Capítulo 62
Alejandro no respondió a sus palabras.
Se quedó sentado en el suelo, inmóvil.
Sus largas y bien proporcionadas piernas, una doblada y la otra extendida descuidadamente sobre la alfombra, mantenían una elegancia innata a pesar de la situación.
No le prestó atención a María, con el ceño fruncido.
Sentado en el frío suelo de mármol, su semblante lucía sombrío.
Como personal médico, la misión de María es salvar vidas.
Así que...
Al ver que Alejandro permanecía mucho tiempo en el suelo sin levantarse, decidió acercarse a ver qué sucedía.
—Alejandro, ¿estás bien?
—¡Déjame ver!
El amor no es un interruptor que se pueda apagar y encender a voluntad.
Aunque María estaba totalmente desilusionada con esta relación unilateral, no podía evitar preocuparse por él.
Después de todo, era el hombre al que amaba.
Si Alejandro realmente estuviera herido, lo llevaría al hospital de inmediato.
La suave mano de María se extendió, tocando la piel bronceada del hombre.
Sus manos eran muy blancas, como la leche

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