Capítulo 97
Sus pupilas no eran de un negro puro, sino de un azul zafiro que se acercaba al negro. Cuando miraba a María, había una especie de profunda emoción que era difícil de describir.
—Qué bueno que lo sabes.
Después de decir eso, el hombre se sentó, mostrando su espalda blanca y lisa hacia ella.
María mordió la punta de su lengua al ver la mirada profunda en los ojos de Alejandro.
Se advirtió a sí misma: '¡Alejandro tiene ojos naturalmente románticos, mira a un perro con tanta ternura, no te equivoques!'
María miró la ancha espalda del hombre, respiró hondo y se obligó a calmarse antes de comenzar a frotarle la espalda.
El hombre, sin embargo, soltó, —Está muy suave, ¿no has comido?
La mujer frunció el ceño y aplicó más fuerza.
Él volvió a quejarse, —¡Demasiado fuerte! ¿Quieres matarme?
María respiró hondo, cerró los ojos por un momento y aflojó la presión.
Se tranquilizó a sí misma en silencio: '¡No te rebajes al nivel de una bestia! ¡Solo insultarías a las bestias!'
El baño estaba muy tra

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