Capítulo 54
¡Zas!
El chirrido agudo de los frenos hizo que Amelia mostrara sorpresa en su rostro, cuando un Porsche plateado se detuvo frente a ella.
La puerta del auto se abrió y Sergio, con un rostro juvenil, bajó del auto sonriendo. Con un gesto exagerado, se alisó el cabello de la frente y lanzó intencionadamente un guiño coqueto a Amelia, diciendo: —¿Ves? Como el buen vino, yo también mejoro con el tiempo ¿No crees?
Amelia no respondió.
Sin ganas de mirarlo, se giró y caminó hacia la casa de los Morales.
Sergio, sin importarle su actitud, simplemente suspiró ligeramente: —Ay, no sabe apreciar lo bueno.
Sin embargo, siguió a Amelia adentro.
El salón.
El amplio salón estaba decorado con diversos objetos de porcelana y pinturas de renombre; los muebles de madera de peral tallada llenaban la casa.
A simple vista, se notaba el lujo.
Cuando Sergio y Amelia acababan de entrar, Arturo los recibió con una sonrisa en el rostro: —¡Oh, el gran médico, finalmente ha llegado! Señor Sergio, mucho gusto...
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