Capítulo 41
La mañana siguiente.
Jardines del Alba.
La luz del sol atravesaba los enormes ventanales y se posaba sobre la suave cama.
David abrió los ojos.
Se incorporó, se frotó el entrecejo, con un evidente cansancio reflejado en su mirada.
Sin embargo, después de ducharse, ponerse un traje negro perfectamente entallado y bajar por la escalera de caracol hasta el centro del salón, aquella pequeña tristeza que quedaba había desaparecido por completo.
En su lugar, emergió la habitual presencia dominante: la mirada penetrante, la línea de la mandíbula tensa, y un aura de distancia que lo envolvía.
Confiado y decidido, se había transformado nuevamente en el hombre que controlaba todo en la Corporación Altamira.
Pablo ya lo esperaba a un lado; al verlo bajar, lo saludó respetuosamente.
—Jefe, buenos días.
David asintió ligeramente, como respuesta.
Caminó hacia la mesa del comedor, con largas zancadas y pasos firmes.
Tomó al azar un vaso de leche y bebió un par de sorbos.
El líquido frío descendió por

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