Capítulo 80
Esa frase, como la cuchilla más afilada, atravesó el corazón de David con una precisión mortal.
El color de su rostro desapareció al instante.
Al mirar los ojos de Bianca, llenos de desdén y odio sin el más mínimo intento de disimulo, David sintió una gran inquietud.
David tragó con dificultad y habló con voz áspera.
—No importa.
David intentó que su voz sonara tranquila.
—Mientras tú seas feliz, yo... no voy a pedir tu perdón.
Bianca lo miró con frialdad.
¿Feliz?
¿Cómo podría estar feliz?
Su hijo ya no estaba, su cuerpo también había sido dañado, y la raíz de todo su sufrimiento estaba frente a ella, actuando con falsedad.
—David, no quiero verte.
—Tu presencia aquí solo me provoca asco.
Cada palabra era como una aguja envenenada, clavándose en el cuerpo de David.
David abrió la boca, queriendo decir algo más.
Toc, toc.
Se escuchó un golpeteo en la puerta.
Pablo entró, abriendo la puerta.
Primero echó un vistazo a Bianca en la cama, mostrando una ligera expresión de alivio.
—Señora Bi

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