Capítulo 37
Cristian entrelazó nuestras manos y me sostuvo para dirigirme hacia la enorme puerta frontal de la mansión.
—No puedes dejar que te vean nerviosa, te comerán viva —me susurró al oído. Un hombre en la puerta nos saludó con un gesto cortés y nos dio la bienvenida. —Es un gusto verlo, señor —le habló a Cristian. «¿Señor? Debe sentirse bonito ser respetado».
Incluso en la puerta principal, tenían personas trabajando para ellos. Eso era una locura. Intenté hacer ejercicios de respiración en mi cabeza, esperando que, al menos por una vez, no echara a perder las cosas.
—Paz, parece que eres el centro de esta noche. Y primo... —nos saludó Javier, que nos había estado esperando en el vestíbulo. —Javier —sonrió Cristian con alivio.
—¿Estás segura de que quieres entrar? Porque todavía puedes correr —bromeó Javier, pero, como siempre, sus bromas solo empeoraron mis nervios. —Basta —le pidió Cristian y dio una palmada en su hombro.
Seguimos avanzando. Él me sostenía y jalaba mientras yo intentaba o

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