Capítulo 21
Aquella lluvia helada parecía haber calado hasta los huesos de Gustavo, pero no logró apagar la llama de inconformidad y arrepentimiento que ardía en lo más profundo de su corazón.
Regresó a casa profundamente abatido y, durante varios días, se encerró en su habitación, sin ver a nadie, sin atender ningún asunto, solo fumando cigarrillo tras cigarrillo frente al cielo gris y nebuloso que se extendía más allá de la ventana. Las cenizas cubrían la costosa alfombra bajo sus pies.
Esa frase de Viviana, vacía de sentido pero cruel como la peor de las maldiciones, resonaba con dolor una y otra vez en sus oídos.
La mirada indiferente con la que ella lo observó, como si fuera un completo extraño, lo desgarraba por dentro una y otra vez. ¡No podía aceptarlo!
¡No podía aceptar que ella lo hubiera eliminado por completo de su vida!
¡No podía aceptar que hubiera otro hombre a su lado!
El rotundo fracaso de su primer intento por recuperarla no le sirvió de advertencia, sino por el contrario avivó a

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