Capítulo 41 Humillación

—¡No toques a mi madre! Los ojos de Nora estaban inyectados en sangre. —Señorita Silvia, por favor, tenga piedad de nosotras. Silvia tenía en las comisuras de los labios una sonrisa satisfecha. —¿Me estás suplicando? Ja, a Rubén le encanta que seas tan débil y patética. —¿Siempre has sido tan buena fingiendo fragilidad? A los hombres les fascina que actúes así, ¿verdad? —Con todo lo que ha pasado en tu familia, ¿por qué no vas y se lo cuentas a él? ¿De verdad crees que rompería conmigo y se enfrentaría a mí para vengarte? Nora comprendió al instante por qué Silvia había venido a buscarla. Aquella mujer tenía el corazón ennegrecido, la sangre podrida, y aun así se esforzaba al máximo por proteger la imagen que Rubén tenía de ella. Con la voz tensa, Nora dijo: —No te preocupes. No le contaré nada sobre los asuntos de mi familia. Nunca había esperado nada de Rubén. Él era un joven rico y mimado, como un tigre en un zoológico: siendo alimentado hasta que su pelaje brillara, pero sin ningún