Capítulo 18

Las palabras de Matías fueron una cuchilla que se clavó en el punto más sensible de Gabriel, recordándole el acuerdo de divorcio. La rabia y la impotencia lo envolvieron como una tormenta. Perdió la razón; los celos lo dominaron. Tomó un arma y la apuntó al pecho de Matías. Pero antes de disparar, una silueta se interpuso entre ellos. Gabriel se quedó helado, incrédulo, con la respiración entrecortada. —¿Lo estás defendiendo? Sofía, tú eres mi esposa. Mientras no firme ese papel, seguirás siéndolo. ¿Lo entiendes? Sus ojos enrojecieron; las venas de su brazo se marcaron con fuerza. El dolor y la desesperación lo estaban consumiendo. Había imaginado muchas veces que Sofía ya no lo amaba, pero verla ponerse delante de otro hombre lo destrozó por completo. Ella, en cambio, lo miraba sin compasión. En su interior no quedaba espacio para la piedad: él la había hecho sufrir de la misma forma, y ahora solo le tocaba pagar. Sofía sujetó el cañón del arma con firmeza y le devolvió la mirada con