Capítulo 21

En la cama del hospital, Alejandro yacía de lado, con la cabeza girada, sin apartar la mirada de la dirección en la que se encontraba María. Solo habían pasado quince días desde su separación, pero para Alejandro aquello había sido como una eternidad, tan largo como si hubiese transcurrido un siglo. Lo único que lo consolaba era que ambos seguían con vida. María se encontró con los ojos enrojecidos de Alejandro, pero en su semblante no se reflejó la más mínima emoción. Ni conmovida, ni disgustada, ni llena de odio; era como si no albergara sentimiento alguno. O quizá, todas sus emociones estaban enterradas bajo llave. María revisó la herida, le inyectó un antibiótico y, tras darle las indicaciones correspondientes, se dio la vuelta para irse. —María... La voz ronca y debilitada de Alejandro resonó a su espalda, pero los pasos de María no se detuvieron ni un instante; siguió caminando sola. Aunque los tres se encontraban en el mismo hospital, Alejandro y Carlos nunca conseguían una opor