Capítulo 88
De repente, alguien me pasó una caja de leche por detrás, pero negué con la cabeza: —No, gracias, me siento mal.
Pasó un rato y me alcanzaron una toalla tibia.
A regañadientes la tomé y la coloqué sobre mi frente.
El vapor cálido relajó mis tensos nervios y, finalmente, pude suspirar profundamente.
—Anita, gracias —dije conmovida—. Si no fuera por ti, ya me habría derrumbado. Te juro que de ahora en adelante serás mi familiar más querido. ¿Cómo pude haberme enamorado de él en primer lugar?
—¿Crees que hasta los dioses no podían seguir viéndolo? —pregunté mientras mi voz se volvía más grave.
—Tal vez esto es un signo de que los dioses quieren que empieces de nuevo —dijo una voz serena detrás de mí.
Me sobresalté y, sin esperarlo, mi cuello hizo un "clic" —me lo torcí.
Con temblores, me quité la toalla, soportando el dolor mientras miraba hacia atrás a Manuel.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —pregunté.
Manuel sonrió levemente: —Justo cuando estabas suspirando.
Sentí cómo se me calentaba la

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