Capítulo 37
En aquel entonces, Arturo lucía un cabello rubio y rizado que le rozaba apenas las orejas, y sus ojos también eran dorados, razón por la cual Inés siempre pensó que era extranjero.
Por eso, al encontrarse más tarde con un Arturo de cabello oscuro, solo sintió que su rostro le resultaba vagamente familiar, sin conseguir relacionar ambos aspectos.
—No importa, reconocerlo ahora también es válido.
La sonrisa en el rostro de Arturo casi rebosaba.
Al darse cuenta de que la relación entre Inés y Arturo se había vuelto tan cercana, incluso antes que la suya propia, José apretó los labios en una línea recta, dejando ver un aire de frialdad en su rostro.
¿Cómo es que no me había dado cuenta antes de lo encantadora que es Inés?
Primero fue Felipe, luego Arturo, ¿quién más vendrá después?
—Arturo, no te he convocado aquí hoy para oír hablar de tus líos amorosos, Inés... ahora es la esposa de tu sobrino.
José pronunció la última frase casi con un gruñido.
La sonrisa de Arturo no menguaba, —José,

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