Capítulo 68
José, incansablemente, acariciaba la frente de Inés mientras le susurraba con voz consoladora:
—Inés, no temas, Agustín está a salvo. ¿Puedes confiar en mí, por favor? No te preocupes, él está seguro ahora.
—Inés, lo que viviste fue solo un sueño, Agustín está bien, no te dejes llevar por la angustia...
La voz de José era suave y surtía un efecto tranquilizador.
Después de un rato, la expresión preocupada de Inés finalmente se suavizó.
Con cuidado, José tomó un paño húmedo de la mesilla de noche y, con movimientos delicados, secó el sudor de la frente de Inés.
Tras asegurarse de que Inés estaba bien y había caído en un sueño profundo, José apagó la luz con suavidad y volvió a su lugar en la cama, cerrando los ojos lentamente.
......
Al día siguiente, por la mañana.
Cuando Inés despertó, ya eran las diez de la mañana.
Se frotó las sienes, ligeramente doloridas, se estiró con pereza y luego dirigió su mirada hacia la cama.
José estaba medio sentado en ella, observándola intensamente.
—¿D

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