Capítulo 435
En el auto que se alejaba, Manuel esbozó una sonrisa y miró por el retrovisor, dejando escapar una ligera risa.
—Juan sigue siendo demasiado ingenuo, ¿lo viste?
El hombre del asiento trasero bajó la mirada sin decir palabra, todo su cuerpo envuelto en la penumbra. Con la palma de la mano, secó con suavidad el sudor de la frente de Lorena; en sus ojos solo había compasión.
—Ignacio, ella está bien, no te preocupes.
La mano de Ignacio sujetaba con fuerza la de Lorena, la sostenía en su regazo y su voz sonaba ronca: —Me arrepiento, dime, ¿qué debería hacer? Ahora tengo miedo todos los días.
Manuel del asiento delantero se desvaneció ligeramente; inspiró hondo. —Estás teniendo un episodio, controla primero tus emociones y tómate la medicación. Ya te lo he dicho: ella no está tan grave, el que está peor eres tú. Ahora mismo no tienes estabilidad y, si sigues así, tarde o temprano ocurrirá algo. Además, lo que pasó aquel año tampoco fue tu culpa.
Incluso dormida, Lorena sentía que le faltaba

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