Capítulo 859

Rafael era quien más odiaba a Lorena y a Pedro. Al fin y al cabo, sus dos hijos habían muerto, y él prácticamente deseaba devorar la carne de Pedro a mordiscos. Todos sabían muy bien que Pedro amaba con el alma a Lorena; ahora, al destrozar a la mujer que él tanto amaba, aunque Pedro descendiera al infierno, no hallaría descanso alguno. Tan solo de imaginarlo, Rafael sentía ya un desahogo indescriptible en su interior. —Ya me he enterado del escándalo tan tremendo que armaste en la fiesta. No pensé que supieras pelear tan bien, pero hoy he traído a más de treinta hombres, y no creo que puedas con todos. Estos Jardines de la Paz, desde que Pedro murió, se quedaron sin sostén. Por lo que veo, ahora casi no queda nadie aquí para defenderlos. El pecho de Lorena temblaba sin control. Era cierto: antes, la seguridad en Jardines de la Paz era estricta, había muchos hombres ocultos vigilando sigilosos y jamás habrían permitido que una basura como Rafael entrara como perro sin rienda. Pero tras