Capítulo 866
Por lógica, Lorena debería haber sentido un intenso recelo hacia aquel lugar, pero en Costadorada nadie sabía quién era el dueño que estaba detrás de la Hacienda Santa Lucía. Ese lugar estaba ligado a demasiados poderes; se decía que tenía ramificaciones en todo el mundo, generaba fortunas a diario y su propietario ya trascendía el simple ámbito de un consorcio financiero.
Atravesó las puertas dobles y, en el interior, la decoración resultaba ser sumamente lujosa. A lo lejos había una cama elegante, de la que caían unos pesados cortinajes; adentro debía de haber alguien sentado, aunque al parecer estaba gravemente herido, pues en los recipientes cercanos había abundante sangre y unas cuantas vendas manchadas.
El hombre que la había conducido hasta allí se retiró silencioso, y en aquella habitación de cientos de metros cuadrados solo quedaron Lorena y la silueta difusa que reposaba en la cama.
Ella tampoco sabía con qué intención había sido llevada allí; tras unos minutos, se atrevió a

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