Capítulo 975
Martina regresó al lugar donde vivía Viviana y no pudo evitar sonreír con ironía. —Miri todavía parece una niña; ya tan grande y aún juega con eso de irse de casa. Silvio, de verdad, la ha consentido demasiado. Escuché que afuera se comporta con bastante arrogancia.
Viviana sostenía un rosario entre las manos, haciéndolo girar lentamente en la palma. Al escucharla, abrió los ojos con calma. —Silvio y León son los que más la miman. Está malcriada. No es la primera vez que se va de casa; a lo sumo regresa en medio mes.
Martina le sirvió un vaso de agua. —Doña Viviana, tome té. Hoy Miri no vendrá. Cuando termine de rezar, descanse temprano.
Viviana asintió. Su cabello era ya completamente cano; no quedaba un solo mechón negro.
Por tanta preocupación, se veía mucho más demacrada que las mujeres de su edad.
Sin embargo, en su estructura ósea todavía se adivinaba el porte elegante que había tenido en su juventud.
Viviana se levantó y fue hacia la habitación interior. Se quedó contemplando en

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