Capítulo 475
—Yo... sin ti no soy nada, una gota de lluvia mojando mi alma, un segundo en la vida que pasa de largo.
—Un segundo en la vida que pasa de largo, un decir sin sentido, un te quiero apagado...
La habitación tenía encendida una pequeña lámpara nocturna.
La cada de Luisa, bajo la luz cálida y amarilla, presentaba contornos suaves; ella estaba frente a Andrés, con los ojos sonrientes y curvados, y en sus pupilas claras brillaba la luz.
La última vez, ella se había embriagado en el bar y había arrebatado el micrófono de otra persona para cantar en el escenario, sin acertar una sola nota.
Pero esa noche, el pequeño fragmento que tarareaba estaba completamente afinado y sonaba muy bien.
Andrés escuchaba la voz de Luisa y, poco a poco, se quedaba dormido.
La respiración del hombre se volvía regular y tranquila.
Luisa terminó de cantar y notó que Andrés ya se había dormido.
El aire acondicionado estaba un poco frío; Luisa lo ajustó a una temperatura adecuada para dormir y, con movimientos suave

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