Capítulo 32
Al ver su actitud fingida, la expresión de Roberto se volvió aún más fría.
—Jajajaja. —Ignacio soltó una carcajada—. ¿Acaso no debería el señor Roberto tener aún más claro este asunto?
Mientras hablaba, alzó las fingiendo inocencia.
—Después de todo, fue usted quien compró las propiedades de la familia Suárez, ¿no?
En este mundo existen dos tipos de personas: las que, al cometer un error, tienen el valor de admitirlo y asumir las consecuencias y las que, por el contrario, hacen todo lo posible por encubrirlo.
Él, sin duda, pertenecía al segundo tipo.
Al ver su expresión tan descarada, Roberto sintió una repulsión aún mayor.
Si al principio solo tenía intención de intercambiar unas palabras, ya no le quedaban ganas ni de eso.
Se oyó un golpe sordo.
Roberto se puso de pie y, de una patada, lanzó la silla lejos, mirando desde lo alto a ese hipócrita.
—Tú sabes lo que hiciste. Hay un dios allá arriba que lo ve todo. Tarde o temprano, la verdad saldrá a la luz.
Ignacio, mirando la espalda d

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