Capítulo 76

Después de elegir el medicamento, antes de que Andrea pudiera reaccionar, Sebastián ya había pagado. —Ey, eso era mi... —¿Vamos? ¿Nos sentamos un rato en una banca del parque? —Sebastián tenía una suave sonrisa en la comisura de los labios—. Primero ponte el medicamento. Andrea guardó silencio unos segundos, pero no rechazó la propuesta. Al llegar al parque, Sebastián extendió la mano para abrir la caja del medicamento. Bajo la luz del sol, sus ojos adquirían un delicado tono ámbar, con un dejo de ternura seductora. —Déjame hacerlo yo misma... —No te muevas —Sebastián curvó ligeramente los labios—. Tienes las dos manos heridas, ¿todavía quieres moverte? ¿Con eso quería decir que pensaba aplicarle el medicamento personalmente? Esa idea le estremeció el corazón a Andrea, y sintió que no podía ser, simplemente no podía ser. Sin embargo, al segundo siguiente, los movimientos del hombre confirmaron lo que ella había imaginado. Sebastián actuaba con ternura; sus dedos largos y de articulacio