Capítulo 23
Susana tembló. —¡No estoy mintiendo, todo lo que dije es verdad!
Pero Rubén ya había comenzado a sospechar. Ordenó a su asistente que llevara a Susana al hospital para que le hicieran un examen.
Susana se resistió con todas sus fuerzas, aferrándose a la mano de Rubén y negándose a soltarse. —Rubén, ¡fui yo quien te salvó! No quiero hacerme ese examen...
Él le apartó la mano con fuerza y dijo con frialdad: —No tienes derecho a negarte.
Ese examen tendría que hacérselo, le gustara o no.
Finalmente, el asistente dio la orden y los guardaespaldas subieron a Susana al auto.
El salón de banquetes volvió rápidamente a la calma. Mateo, sentado en su silla, fumaba un puro con una expresión sombría y, con la voz áspera, dijo:
—Ahora que ya no hay extraños, ustedes tres me van a contar todo con lujo de detalle. Si no, nadie sale de aquí.
Rubén sintió un nudo en el estómago y se apresuró a hablar: —Abuelo, todo fue un malentendido. Lamento que haya tenido que presenciar algo así.
Mateo no le prest

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