Capítulo 7
El estruendoso sonido del helicóptero.
Todos en el hospital podían escucharlo.
En ese instante, Facundo sostenía a Vanessa en sus brazos.
Mientras escuchaba el ensordecedor sonido del helicóptero, se sentía incómodo.
De repente le dolía el corazón, como si tuviera un hueco en el pecho.
Vanessa se acurrucó en sus brazos y le dijo con dulzura: —Facundo, mi cintura se ve horrible, ¿te daré asco?
Sin embargo, de pronto en la mente de Facundo apareció la imagen de la cicatriz en la cintura de Alma. La había visto una vez después de la operación, era feroz y aterradora, y además muy larga. La piel de Alma era muy blanca, lo que hacía que aquella cicatriz resultara ser aún más impactante.
—¿Facundo?
Al notar el extraño estado de Facundo, Vanessa rodeó cariñosa con sus brazos el cuello de él.
Pero Facundo apartó su mano.
—Vanesita, descansa, voy a salir un momento.
De pronto, Facundo sentía una urgencia por ir a ver a Alma.
Y en ese momento, las lágrimas de Vanessa comenzaron a rodar por sus mejillas.
—Facundo, esa noche que te emborrachaste y me hiciste tuya, ¿pensaste en qué sería de mí después?
Facundo escuchó a Vanessa mencionar su primera vez.
Su mirada se tornó sombría.
Aquella noche se había confundido de persona y tomó a Vanessa por Alma.
Al escuchar el llanto de Vanessa, había puesto aún más fuerza.
—No voy a salir, me haré responsable de ti, Vanesita. Pero los sentimientos que tengo por Alma han durado a lo largo diez años, y el Grupo Horizonte Azul tampoco puede prescindir de ella, es mi mayor apoyo en el trabajo.
Vanessa gimió con un tono caprichoso. —Facundo, pero yo quiero que me ames, solo a mí.
Sus quejas surtieron efecto, y también sus lágrimas, por lo tanto, Facundo se quedó.
El sonido del helicóptero se alejó cada vez más, hasta desaparecer por completo.
Cuando vio que Vanessa se había dormido, Facundo le dijo a Pascual: —Cuando Alma termine de modificar los datos, lleva la laptop de vuelta al laboratorio. Estos días Vanesita está inestable, así que no bajaré a ver a Alma. Moisés también será llevado a la escuela. Cuando Vanesita sea dada de alta, iré a verlos.
—Sí, señor.
Pascual bajó apresurado las escaleras, pero pronto su teléfono sonó.
—Señor Facundo, la señora Alma y Moisés han desaparecido.
La mirada de Facundo se ensombreció de inmediato.
—¿Alma se enojó? No le hagas caso, está llena de heridas, solo buscará un hospital para recuperarse. Tranquilo cuando se le pase el enojo, volverá con Moisés.
—Sí, señor, lo que usted diga.
Facundo no le dio importancia a este asunto, sino que regresó a la habitación para seguir cuidando con esmero de Vanessa.
Sin embargo, después de medio mes, aún no había visto a Alma venir a rogarle.
Marcó el número de Alma.
Pero lo único que escuchó en ese momento fue el mensaje de la operadora.
—El número al que ha llamado está apagado, por favor, intente más tarde.
Facundo llamó entonces al reloj inteligente de Moisés.
Pero por desgracia el resultado fue el mismo.
Enseguida abrió el sistema de localización en su teléfono, pues el reloj de Moisés podía ser localizado con facilidad.
Sin embargo, indicaba que la ubicación de Moisés aún seguía en la azotea del hospital.
Facundo ordenó de inmediato a Pascual que investigara.
Pascual comenzó a indagar sobre lo que había sucedido quince días atrás.
En los vídeos de la investigación se veía que Alma con la laptop, junto con Moisés, se dirigían directo hacia la azotea.
Se habían ido en un helicóptero.
De pronto, Facundo, lleno de rabia, arrojó el celular al suelo.
—¡Apresúrense a buscar! Ella está tan herida, ¿cómo se atrevió a huir con Moisés?
—Señor Facundo, la señora Alma está débil, seguro no podrá llegar muy lejos. En cuanto tenga noticias de la señora y de Moisés, se lo informaré.
La mirada de Facundo era siniestra. —Cuando los encuentres, solo tienes que decírmelo. Quiero que ella venga a rogarme de rodillas.
—Sí, señor, así será.
Facundo estaba furioso.
Y cuando vio a Vanessa aparecer en la azotea, con ese aspecto frágil y encantador, se acercó corriendo, se quitó el saco y envolvió a Vanessa con él.
Ella, con los ojos llenos de lágrimas, miraba a Facundo.
—Facundo.
Pero él seguía lleno de ira, las venas de su frente se marcaban, aún no lograba calmarse tras la huida de Alma.
Cariñosa, Vanessa se puso de puntillas para besarlo.
Facundo, sin embargo, apartó con fuerza la cabeza.
Sus ojos profundos y brillantes se posaron sobre Vanessa.
—Vanesita, quédate en el hospital y recupérate, yo iré a la empresa a atender algunos asuntos pendientes.
Facundo soltó enseguida su mano y luego bajó a grandes zancadas las escaleras.
Incluso olvidó acompañar a Vanessa a bajar.
Ella, pálida, se quedó sola en la azotea, sintiendo con dolor el viento helado.
Hace solo un momento fingía ser una pobre víctima.
Ahora, simplemente se secó las lágrimas.
—Alma, mereces morir. El lugar de señora de Facundo y de la familia Castañeda solo puede ser mío.
Facundo acababa de llegar a la empresa.,
Pero justo entonces, la planta superior del Grupo Horizonte Azul explotó.
En un abrir y cerrar de ojos, el sonido de la explosión resonó en todo el edificio.
Asustado, Facundo alzó la mirada hacia la azotea.
Vio que era el laboratorio de investigación el que había explotado.
En todo el Grupo Horizonte Azul sonaban las alarmas contra incendios.
La multitud huía despavorida en todas direcciones.
Las manos de Facundo temblaban sin control y estaba completamente pálido.
El laboratorio de investigación.
Corrió desesperado hacia dentro, pero Pascual lo sujetó con fuerza.
—Señor Facundo, no puede subir, alguien ha puesto una bomba allí, es muy peligroso.
Pero Facundo estaba enloquecido.
—¡Suéltame! Es el laboratorio el que explotó, ahí están todos los resultados de investigación de estos diez años de Almita y míos, todo lo que es de ella y mío.
El edificio del Grupo Horizonte Azul tenía cincuenta y nueve pisos, y todos los ascensores se habían detenido por el incendio.
Facundo solo podía tomar las escaleras.
Subió corriendo a paso largo.
Logró por fin llegar jadeando al laboratorio de investigación.
Pero el fuego era intenso.
Pascual usó toda su fuerza para sujetar a Facundo.
Facundo aún intentaba entrar.
—Señor Facundo, todo lo que había adentro ya se ha quemado. Si entra ahora, aunque muera ahí dentro, no podrá salvar nada.
Los pasos de Facundo se detuvieron de golpe, sus ojos estaban llenos de dolor.
En la mente de Facundo solo aparecían de forma fugaz escenas de Alma en el laboratorio.
Cada vez que él se dormía agotado, Alma seguía incansable trabajando en los experimentos.
Había un dato que nunca cumplía con sus expectativas, y ella repetía los experimentos con calma una y otra vez. Incluso le decía que no se preocupara que descansara, que ella seguiría, y le prometía que cuando él despertara, todos los datos estarían correctos.
Y cuando él despertaba, Alma aún seguía ocupada.
Sus ojos reflejaban el profundo cansancio, pero siempre le dedicaba una sonrisa primero. —Ya despertaste, ven a ver, todos los datos experimentales están listos.
Facundo se llevó con dolor la mano al pecho, y de repente escupió un bocado de sangre.
Desesperado, corrió hacia la casa de la planta baja, el lugar donde había vivido tanto tiempo con ella.
Facundo bajó a grandes zancadas, abrió la puerta y entró, pero vio que la casa era completamente nueva, sin ninguna huella de lo que alguna vez había sido.
Ni los muebles, ni las imágenes desordenadas que Moisés había dibujado en la pared, nada quedaba.
No quedaba rastro alguno de la vida que compartió con ella, solo sus propias pertenencias estaban arrinconadas en una esquina.
Hasta las cortinas que eligieron juntos habían sido arrancadas.
Facundo palideció, le costaba respirar.
Se llevó estupefacto la mano al pecho.
Respiró con dificultad.
A cada paso que daba, sentía un agudo dolor en el corazón.
Iba recorriendo cada habitación una y otra vez.
A donde alcanzaba su vista, no quedaba ni una sola huella de ella.
Las pertenencias de Alma y Moisés habían desaparecido por completo, ni siquiera una hoja de papel quedaba.
Facundo gritó a todo pulmón de dolor.
—Alma, tú no serías capaz, yo creo que no eres capaz de dejarme.
—Solo jugué con Vanessa, ella no era más que una mujer más, con todos los años que compartimos, ¿cómo podrías abandonarme?
Facundo, como un loco, marcó desesperado una y otra vez el número de Alma.
Pero no obtenía respuesta alguna.
Alma había desaparecido sin dejar rastro alguno.
Pero ella era su esposa, y él tenía que encontrarla cueste lo que cueste.