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Capítulo 9

—Señor Facundo, ella pronto dejará de ser su esposa. Esto a Facundo le enfureció aún más y dijo con rabia: —Usted no es más que un simple abogaducho, quiero ver quién en todo Monte Cruz se atreve a aceptar el caso de divorcio entre Alma y yo. Sin embargo, Joaquín sacó su tarjeta de presentación. —Señor Facundo, olvidó presentar la situación de la señorita Alma, y también olvidó presentar mi identidad. Facundo miró la línea de texto en la tarjeta. Facundo se dedicaba a la investigación científica, sabía a la perfección el peso que representaba esa línea de texto. Joaquín era parte de un equipo de investigación de élite, y todos en ese equipo pertenecían al Estado. Joaquín podía tramitar sin problema alguno el divorcio entre él y Alma incluso si él no estaba de acuerdo. —¿A dónde... ha ido ella? —¡La señora Alma, de ahora en adelante, no le pertenecerá a nadie, sólo le pertenecerá al océano! El cuerpo de Facundo se estremeció. Treinta años, aquel lugar requería entrar treinta años para poder salir. ¿Cómo pudo ella tener el corazón para hacer algo así? Facundo, enloquecido y con fuerza, rompió el acuerdo de divorcio en mil pedazos. Joaquín presenció la escena sin mostrar emoción alguna. Se puso de pie. —Entiendo su actitud señor Facundo, hoy mismo finalizaré el trámite de divorcio entre usted Facundo y la señora Alma. De ahora en adelante, la señora Alma no tendrá ningún vínculo con usted. Joaquín se dispuso a marcharse enseguida. Pero Facundo lo detuvo en seco. Su mirada estaba llena de ferocidad. —El Estado tampoco puede arrebatarme a mi esposa y a mi hijo, ambos son míos. Joaquín respondió despreocupado: —Señor Facundo, la señora Alma decidió irse de forma voluntaria; nadie la obligó. Su hijo lo abandonó desde el momento en que usted estuvo a punto de matarlo por una mujer. Legalmente, la señorita Alma podría demandarlo por intento de asesinato de su propio hijo, sólo por ese cargo, usted nunca obtendría la custodia de Moisés. Joaquín se marchó sin mirar atrás. Facundo cayó al suelo, desplomado por completo. El sonido de su caída resonó con fuerza en toda la habitación. Facundo tuvo un sueño. Soñó con la primera vez que vio a Alma. Ella parecía un patito feo, sentada con docilidad a un lado. Y él estaba sentado en la silla, Alma lo miró de reojo en secreto. En ese instante, él lo recordaba todo, incluso a través de esas gruesas gafas. Vio la sorpresa en los brillantes ojos de Alma. A Alma le gustaba su cara. Desde entonces, en cada clase, Alma lo espiaba de manera furtiva. Él disfrutaba de la atención de su mirada. El primer regalo que ella le dio fue un colgante azul con forma de océano. Ella, con timidez, extendió la mano hacia él. —Sé que hoy es tu cumpleaños. Este es mi colgante favorito y te lo regalo. Sin pensarlo, Facundo no se imaginó que, Alma le estaba entregando su sueño. Él se convirtió en su más anhelado sueño. Durante estos diez años, ella siempre giró en torno a él. Pero ahora, Alma lo había dejado para ir tras el sueño que le había pospuesto durante diez años. Facundo estaba sumido en el más profundo dolor. Cuando de pronto abrió los ojos, vio a Vanessa. —Facundo, por fin has despertado. Vanessa estaba a punto de lanzarse a sus brazos. Pero Facundo sujetó con fuerza los hombros de Vanessa, manteniendo la distancia entre ambos. —Vanessa, haré que alguien te ayude a salir del país. A partir de hoy, terminamos. Todo lo que te debo, te lo compensaré. La expresión de Vanessa se ensombreció. Ella ansiosa preguntó: —Facundo, ¿qué quieres decir? En los ojos de Facundo sólo había frialdad, ya no sentía nada por Vanessa. —Vanessa, yo amo a Alma. Ella y yo ya tenemos un hijo. No voy a renunciar a ellos por ti. Desesperada, Vanessa se llevó la mano al vientre. —Facundo, yo también llevo un hijo tuyo, también tendremos un hijo. Los ojos de Facundo estaban profundamente sombríos. —Por nada del mundo ese niño va nacer. Al escuchar estas palabras, Vanessa se levantó con brusquedad. Llorando desesperada, dijo: —¡Facundo, tú dijiste que querías que te diera una hija, dijiste que querías que tuviera una hija que se pareciera a mí! ¿Y ahora dices que ya no nos quieres? Una intensa pizca de culpa cruzó fugaz por los ojos de Facundo. Pero al pensar en Alma, la culpa desapareció por completo. —Vanessa, vete ahora mismo. Ella se fue llorando a mares. De repente sonó un pitido. Facundo miró y vio que era el celular de Vanessa que había caído al suelo. Era una notificación de rechazo de un correo electrónico. Facundo lo abrió asombrado y leyó lo siguiente: [¡Alma, maldita zorra! Si ya dejaste a Facundo, no pienses en volver. Llévate a Moisés y vete lejos, mira, la foto que te comparto hoy es de Facundo y yo haciendo el amor en el hospital, él fue quien insistió en estar conmigo]. En cuanto Facundo abrió el mensaje, vio al instante todas las imágenes íntimas de él y Vanessa en la cama. En un santiamén, Facundo palideció. Él abrió con rapidez todos los correos electrónicos de Vanessa, revisando uno por uno todos los mensajes que Vanessa le había enviado a Alma. Excepto el último, todos los demás estaban marcados como leídos. Luego revisó atento los mensajes de texto y WhatsApp. Todos eran mensajes de Vanessa para Alma; incluso había publicaciones en los estados configuradas para que solo Alma pudiera verlas, y en todas las fotos aparecía él: su mano, su silueta de espaldas, su aspecto mientras dormía en fin… en todas. Vanessa siempre estaba muy cerca de él. Ambos aparecían en la misma foto. Los textos que acompañaban esas fotos decían: [Él es tan travieso, insiste en que coma un poco más. Pero después aprieta mi cintura y dice que he engordado]. [Hoy vino a recogerme, me llevó a un hotel y comimos variedad de cosas ricas, pero ¿por qué yo también me convertí en su comida favorita?] Todas las palabras y las imágenes estaban llenas de insinuaciones. Facundo sentía un escalofrío que calaba hasta los huesos. De golpe, Vanessa abrió la puerta y entró. Al ver que Facundo estaba revisando su celular, palideció de inmediato. —Facundo, déjame explicarte, yo...

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