Capítulo 1218
Alberto estuvo a punto de destrozar el volante con las manos; al ver la ladera fuera, una expresión feroz cruzó su mirada.
—¡Lorena, no lloras hasta ver el ataúd, eh! ¡Muy bien, entonces habrá que ver quiénes de nosotros sobreviven!
De inmediato hizo que el auto se precipitara cuesta abajo por la ladera, pero él abrió la puerta rápidamente y saltó fuera del vehículo; además, había cerrado con llave todas las puertas traseras.
El automóvil rodó varias veces sobre el suelo y, al final, cayó por el precipicio, quedando atrapado entre varios árboles.
La caída fue tan grande que, desde arriba, apenas se distinguía la silueta del carro; si había gente dentro, estaría muerta.
Alberto se quedó en el borde del precipicio, sintiéndose en paz, y pronto se marchó de allí.
Lo que él no supo fue que, a menos de treinta minutos de haberse ido, Lorena y Benjamín habían trepado desde el borde del acantilado hasta arriba.
En el instante en que el auto se precipitó, Benjamín había pateado la ventana hast

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