Capítulo 20
Los presentes se miraron entre sí, sin atreverse a moverse.
—Presidente Ricardo, usted...
—Esto es lo que le debo, tengo que devolvérselo.
Carolina vio cómo la aguja se hundía en su vena y el tubo se llenaba de sangre. Sus dedos temblaban, el aire se le cortó, y se dejó caer contra la puerta, pálida.
—¡Detente, Ricardo, detente! —Gritó con desesperación.
Ricardo sonrió con una dulzura extraña: —Esto es lo que le debo a ti y a Diego. Lo prometí, y ahora estoy cumpliendo.
—Carolina, te amo, ¿podrías amarme una vez más?
A medida que la sangre fluía, su vista se volvió borrosa. Todo se desvanecía, salvo el rostro de Carolina, asustada y con lágrimas, la única imagen clara en su mundo.
Al terminar de hablar, Ricardo perdió el conocimiento y se desplomó sobre la silla.
Carolina, encogida junto a la puerta, comprendió de pronto.
El amor que tanto había deseado, en ese instante, ya no valía nada para ella.
Ricardo soñó. En el sueño, Florencia lo abandonaba en el aeropuerto, y su corazón sangra

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