Capítulo 22
En Monteluz había llovido mucho últimamente y el negocio en la librería se había resentido.
Pero durante varios días, un Maybach permanecía aparcado frente a la puerta.
No se movía, siempre allí, esperando.
—¡María, mira mi dibujo! —Silvia llegó dando saltitos, mostrándole orgullosa un papel, pero al ver la expresión de María, se detuvo en seco.
Con cautela, preguntó: —¿Otra vez estás triste?
María forzó una sonrisa y, en lugar de contestar, tomó el dibujo: —Está precioso, ¿es un conejito?
—¡Sí! —Silvia asintió con entusiasmo, y girando la mano, señaló hacia la ventana.
—¿Estás triste porque esos malos han vuelto?
Francisco salió de detrás de una estantería, llevando una taza de infusión en la mano.
Sin decir nada, se colocó delante de la ventana, bloqueando la vista hacia la calle.
—¿Llamamos a la policía? —Preguntó en voz baja, lanzando una mirada a aquel auto que llevaba ya una semana parado allí.
A través de la cortina de lluvia, se distinguían dos siluetas infantiles pegadas al cr

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