Capítulo 40
Silas cerró la puerta, se dio la vuelta y vio a Amelia tumbada en el sofá con los ojos cerrados. Se acercó, la levantó y se estiró en el sofá, colocándola encima de él. Era tan pequeña que tenía la cabeza metida debajo de su barbilla y los pies a la altura de sus tobillos. Ni siquiera se movió cuando la levantó y la volvió a colocar encima de él. Se quedó allí tumbado durante mucho tiempo con muchas preguntas y pensamientos dando vueltas en su cabeza.
¿Cómo ha hecho esto tantas veces y ha podido lidiar con esos recuerdos? Es tan pequeña y dulce. ¿Cómo alguien que se supone que la ama a ella y a su familia quiere matarla? ¿Quién ataca a los hijos de quienes les hicieron daño? Para Silas, solo un cobarde haría algo así. En realidad, los dioses luchan entre ellos como lo hacen los habitantes del reino de la Tierra. Silas finalmente se quedó dormido. Para despertar a su pequeña compañera, hizo el peor ruido que jamás había escuchado de una persona. Ella gruñía como un animal atrapado en un

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