Capítulo 10
Ya nadie volvería a despertar a Iván e Ismael ni a obligarlos a hacer la tarea, podían hacer lo que quisieran en casa; Isabel y Rubén dormían juntos en la misma cama, abrazados cada noche. Si se levantaban tarde, sus dos hijos se burlaban de ellos.
Cada vez, Isabel se sonrojaba y se escondía en los brazos de Rubén, como un pajarito frágil, ella despertaba en él un fuerte instinto de protección.
Sin embargo, pronto Rubén tuvo que ir a la empresa, e Iván e Ismael también les llegó el día de regresar a la escuela.
—Tranquilo, puedes dejarme a cargo de la casa, todo estará bien —Isabel le ajustó la corbata a Rubén y, como una verdadera esposa, le besó la mejilla antes de que él se fuera.
—Recuerda despertar a los niños y llevarlos a la escuela —le recordó Rubén con dulzura.
Isabel asintió. Después de despedirse de Rubén, aún no había llegado a la habitación de Iván e Ismael cuando los dos niños salieron corriendo, vestidos por sí mismos.
La abrazaron de inmediato por las piernas.—¡Nos leva

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