Capítulo 11
Ismael giró la cabeza, esbozando una sonrisa en sus labios.
—En casa tampoco tengo mucho que hacer, así que pensé en prepararles una buena comida a ustedes.
Rubén entró, vio la mesa llena de platos, a sus dos hijos comiendo felices y a la dulce Isabel; una sensación de felicidad creció en su corazón.
Abrazó la cintura de Isabel y la rodeó con sus brazos.—Has trabajado mucho, Isabel.
—No es nada, Rubén. Te dije que cuidaría de ustedes y esto es lo que debería hacer —dijo Isabel con calma, apartando con la mano un mechón de cabello de la mejilla de Rubén—. Anda, ven a cenar también.
—Sí. —Él asintió, se quitó la chaqueta y la colgó en el respaldo de la silla. Luego, casualmente preguntó:— ¿Micaela aún no ha bajado?
Apenas terminó de hablar, Iván intervino:—Mamá ya se fue, ¿lo olvidaste, papá?
Ismael añadió:—¡Ahora solo está Isabel!
Fue entonces cuando Rubén recordó que Micaela ya se había ido, pero aún no lograba adaptarse a esa ausencia; cada vez que lo escuchaba, seguía dudando. Micael

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