Capítulo 5
Punto de vista de Sebastian
—Eso es todo —dije con un suspiro al terminar la llamada. Giré hacia mi beta, Blake, quien me miró y también suspiró con cansancio—. ¿Hay algo más en el calendario de hoy?
Estábamos cansados desde que nos habíamos convertido en la manada más poderosa del mundo; la más poderosa y la más peligrosa. Sabía que él necesitaba descansar, y yo también lo necesitaba; pero también sabía que teníamos que reforzar diez veces el sistema de seguridad, porque el peligro aumentaba junto con el nombre y la fama. Yo odiaba que mi manada me temiera, porque mi manada era mi familia, pero, para los extraños, tenía que vivir a la altura del apellido Sinclair.
—Seb, hoy se discutió un tema nuevo en la reunión de los alfa —contestó Blake y lo miré con el ceño fruncido, como indicación de que continuara—. Se trata de un solitario. Roba comida de las manadas y se escapa sin dejar huellas. Además, mata a los solitarios que se le atraviesen en el camino. No es algo que deba preocuparnos, pero, si un solitario entra a una manada y se escapa sin dejar huella, eso cuestiona las fuerzas de seguridad de la manada.
—¿Qué otra información tenemos sobre ese solitario? —pregunté mientras masajeaba mi frente, pues sabía que esto crearía un nuevo problema que tomaría varios días resolver. No odiaba a los solitarios ni lograban sacarme de mis casillas. Había matado más solitarios en el año anterior que la cantidad de noches en las que había logrado dormir; así fue como nos convertimos en la manada más peligrosa.
—Ninguna. No tenemos más información sobre ese solitario —respondió y suspiré—. Además, hoy llamó uno de los miembros del consejo. Teme que haya un lobo viviendo entre humanos. No tiene nada de malo si vive en la misma área que ellos, y si sabe enmascarar su olor, pero le han dicho que ese lobo también duerme y come con los humanos; y no olvidemos que estudia en la misma universidad que ellos.
—¡Malditos solitarios! ¿Por qué demonios no siguen las reglas? ¿Acaso son tan difíciles de seguir? ¿Quién rayos es el solitario que se atreve a hacer semejante cosa? —No pude evitar gritar y lanzar una silla al otro lado de la habitación. La ira me hacía jadear—. ¿Dónde está? Vamos a resolver ese asunto.
—Alfa, me temo que ese lobo estudia en la misma universidad que usted creó para que los humanos interactúen con otras especies y poder escondernos mejor —añadió Blake y mis ojos se abrieron de par en par.
«¿Estudia en la universidad que yo creé? Debe ser un chiste enfermizo. ¿Vive por aquí, rompe las leyes y nosotros sin saber nada?».
—¿Estás bromeando? ¿Por qué no podemos rastrearlo si vive en esta área? ¿Acaso nuestros lobos son incapaces de oler a un lobo que vive entre humanos y quiebra las leyes? —Golpeé la mesa, incapaz de controlar mis frustraciones.
—Lo sentimos, Alfa, nos ocuparemos de eso de inmediato. Alfa, con su permiso, ¿puedo retirarme? Melinda ha encontrado a su pareja y quiere que lo conozca. —Blake bajó la cabeza y salió de mi oficina una vez que le hice un gesto afirmativo.
Era tabú mencionar el tema de las parejas frente a mí. Todo el mundo encontraba a su pareja, y yo también había encontrado la mía; muerta.
Tenía dieciocho años acabados de cumplir y acompañaba a mi padre en un viaje de negocios. Tras una reunión con el alfa Killian y discutir una nueva alianza, mi padre se fue a su oficina a firmar algunos documentos. Como no me necesitaba, me quedé solo. Decidí dar un paseo para relajarme, pues ese día mi lobo interno había estado muy estresado sin motivo alguno. En cuanto salí de la casa de la manada, lo sentí: «¡Pareja!». Mi lobo se agitó de felicidad. Seguí el aroma de mi pareja con una sonrisa feliz y, poco después, la encontré acostada, o más bien recostada a un árbol.
A juzgar por su tamaño y olor, era una omega, pero eso no me importaba mientras fuera mi pareja. No éramos cobardes y amábamos a nuestras parejas sin importar quién fuera. Sin embargo, cuando me acerqué a ella, percibí otro olor en su cuerpo; el olor de un solitario. Su aroma estaba mezclado con el de ella, y solo podía significar una cosa: se había acostado con el solitario.
Aquello me dolió, pero a mi lobo interno le dolió más, ya que sentía una profunda sensación de traición; sin embargo, aún tenía esperanza. ¿Tal vez lo había hecho obligada por las circunstancias? ¿Quizás la habían forzado? O era posible que lo hubiera hecho porque no me había encontrado, pero, cuando le anunciara que yo era su pareja, vendría conmigo.
En un arranque de esperanza y optimismo, me acerqué a ella. Debe haber sentido mi olor, porque, aun cuando nos separaba algo de distancia, sus ojos se abrieron de par en par al verme. Sus enormes ojos azules penetraron mi alma y me le acerqué dando largas zancadas.
—¡Pareja! —le dije en voz alta y añadí en voz muy dulce, algo que no sabía que era capaz de hacer—: Hola, querida. Me llamo Sebastian. Soy el futuro alfa de la Manada Luna Sangrienta. ¿Cómo te llamas, cariño?
—¡Déjame en paz! ¡No te escojo! ¡No quiero que ningún alfa sea mi pareja! ¡No! ¡No! —protestó la chica y, cada una de sus palabras, hería mi corazón.
—Querida, no te haré daño. Soy tu pareja; se supone que te ame —añadí y la solté, pues temía que mi manera firme de agarrarla le hiciera daño.
—¡No quiero! ¡Te rechazo! ¡Te rechazo como pareja! —gritó ella en mi rostro y se echó a correr.
Sus palabras eran tan crueles y dolorosas que me quedé clavado en el lugar. ¿Cómo podía ser tan cruel aquella chica? ¿Cómo podía un lobo ser cruel con su pareja? ¿Cómo es posible que me rechazara sin conocerme?
Pero no había usado su nombre ni el mío para rechazarme, así que el proceso de rechazo estaba incompleto. La seguí porque necesitaba respuestas a mis preguntas. Era rápida, para ser una omega; sin embargo, una vez que la encontré, la vi en un estado que jamás imaginé, y aquello dejó una profunda cicatriz en mi corazón.
Estaba parada contra un árbol, y un hombre disfrutaba de ella, en lo que parecía ser una sesión de gran placer. Le gruñí al solitario que se aprovechaba de mi pareja frente a mis ojos, y estaba a punto de lanzarme sobre él cuando vi cómo le desgarraba la garganta con un cuchillo. Si la escena no hubiera sido suficiente para romperme el corazón, que la matara sí lo fue.
Corrí hacia ella y la tomé en mis brazos, y lloré al ver que no podía hacer nada para salvarla. Aquel cuchillo de plata embarrado de veneno de acónito no permitiría que su herida cicatrizara. Murió en mis brazos y lloré en silencio durante un rato. Mi lobo interior me exigía que me controlara y me parecía extraño que estuviera tan calmado después de todo aquello. Tal vez tenía el corazón roto por lo ocurrido y la odiaba; pero yo era diferente, yo la quería a ella. Quería a mi amor, a la única persona escogida para amarme y cuidarme.
A partir de ese día, comencé a odiar a los solitarios y los omegas, en especial a los solitarios. Respetaba a los omegas de mi manada, pero jamás perdonaría a un solitario, pues uno de ellos me había robado mi única oportunidad de recibir amor y ser amado.
—Hola. ¿Alfa Sebastian? Tenemos más información sobre el solitario que se esconde en el bosque y roba. Dicen que se hizo solitario tras rechazar a un alfa. —Escuché la voz del presidente del consejo, y su llamada me devolvió al presente. Sus palabras detonaron una alarma dentro de mi cabeza y la ira se apoderó de mí. Al parecer, tendría que salir de cacería.