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Capítulo 6

Punto de vista de Alexis —Mmm, me encanta. Oh… —Gemí de placer mientras se derretía en mi boca. —Cállate y déjame concentrarme, ¿está bien? Es una labor compleja hacerte gemir de placer —dijo con una sonrisa el hombre responsable de mi satisfacción. —Pensé que solo eras un musculoso, pero tienes muchas habilidades en esas manos. ¿Qué más sabes hacer con tus manos? —pregunté sin poder evitarlo. Él estaba a punto de responderme cuando la puerta de la habitación se abrió de golpe. —Chicos, hablen más bajo. ¡Por dios, estoy estudiando! Alexis, deja de hablar de esa manera. Si alguien los escucha, pensará que están en la cama en vez de estar sentados a la mesa —dijo con furia aquella chica, o debo decir, mi nueva amiga, y me eché a reír al ver su ceño fruncido. —Pero es que su comida es tan sabrosa. Ven, pruébala. Esta pasta que preparó es tan… —contesté antes de llevarme otra cucharada a la boca. —Chica, no tienes modales. Por cierto, tengo tu correo. Lo dejaron junto a nuestra puerta con una caja. ¿Te importaría revisarlo? No encuentro ningún nombre escrito en el sobre; parece ser de otro admirador tuyo —añadió Audrey con una risita y besó a su novio, quien había cocinado aquella pasta maravillosa, y luego se sirvió algo de comida. Miré la carta con una sonrisa y rasgué el sobre, el cual tenía un aroma conocido. No se trataba de ningún admirador secreto; estaba segura que esa carta contenía todas las reglas que había roto aquel mes. Abrí la caja y me sorprendió ver dentro el pendiente de jade. Bueno, no sería una carta tan mala. —¡Vaya, qué bonito! ¿Conoces a la persona que lo envió, o al menos sospechas quién es? Es extraño que no haya escrito su nombre. O sea, si le vas a hacer un regalo tan bello a una chica, al menos debes decirle quién fue —exclamó Audrey y sacudió las manos de manera dramática. —Cálmate, cariño, parece que nuestra Lexi tiene un admirador secreto. Y a juzgar por su sonrisa, el admirador tiene una oportunidad. Mira esa belleza. —Shane, su novio, se sentó a su lado. Los miré y sacudí la cabeza como respuesta a su actitud. Eran las personas más dulces que había conocido. Me sentía orgullosa de haber decidido ir a vivir con aquella pareja maravillosa, aunque para ello hubiera tenido que romper varias reglas. De todas formas, no importaba. Me había convertido en alguien más valiente, más fuerte y más sarcástica. Esta nueva versión de mí me gustaba mucho más que la anterior, que había sido demasiado dulce, cariñosa, humilde y emocional, y no me convenía. Supongo que haber sido una loba solitaria durante un año había tenido sus beneficios. Vi el cuño estampado en la parte inferior del sobre y encima de la caja de regalo, y supe que provenía del consejo. No culpaba a mis amigos por no saber quién yo era ni quiénes eran los miembros del consejo, ya que eran humanos. Pues sí, vivía con los humanos, y haberles contado acerca de mi identidad hubiera sido un gran pecado en mi comunidad. Pero allí estaba; y vivía en paz con ellos, dormía en su apartamento y comía su comida, además, asistía con ellos a la misma universidad. Era así; en vez de asistir a la universidad de los lobos, asistía a una universidad humana sin lobo alguno. Había escuchado que aquella universidad había sido fundada por el alfa de la manada Luna Sangrienta, y como apenas la visitaba, era el lugar perfecto para esconderse. Sabía que rompía unas cuantas leyes serias, y aunque el consejo lo sabía y estaba alerta acerca de mi decisión, no podían hacer nada al respecto. No era difícil, pues, además de ser una linterna, mi olor estaba enmascarado gracias al pendiente que me había regalado Mark. Ocho meses atrás, la primera vez que maté a alguien o, más bien, a tres a la vez, fue nada menos que Mark quien puso una daga en mi cuello. Estaba mucho más que furioso, y parecía dispuesto a matar a quien se atravesara en su camino.

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