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Capítulo 7

Aquel día sentí que alguien ponía una daga en mi cuello después de matar a los tres solitarios. Intenté darme la vuelta para ver su rostro, pero primero escuché su voz. —Al fin te encuentro, omega. —Escuché una voz profunda y no pude evitar chillar de alegría y sorpresa. Giré y abracé a Mark, que me abrazó con igual entusiasmo—. No pienses que te voy a dejar ir con facilidad solo porque me diste un abrazo. ¿Qué rayos sucedió, Alexis? ¿Cómo pudiste hacer esto, después de haberme esforzado tanto por asegurarme de que vivieras feliz? ¿Por qué no me contaste que te trataban tan mal? —Tras mirarme con decepción, continuó—: Lo más importante de todo es que no entiendo por qué no me llamaste cuando supiste que tu pareja te engañaba y lo rechazaste. ¿Quién te pidió que huyeras así? ¿Por qué no me avisaste que te irías al bosque a vivir como un solitario? ¿No te pedí que abrieras la caja cuando sintieras que no había nadie a tu lado? Estoy seguro que ni siquiera la abriste. ¿Cómo pudiste hacer esto? ¿Tienes idea de lo mucho que he tenido que hacer para encontrarte? Incluso envié tu información al resto de las manadas y les pedí que te encontraran. ¿Tienes idea de lo peligroso que…? Al escucharlo parlotear de aquella manera, no pude evitar sentirme como en casa. Había sido el único hombre que durante cuatro años creyó en mí y me trataba como a una persona normal, y no como a un lobo discapacitado. Mis ojos se humedecieron ante su actitud cariñosa y no pude evitar abrazarlo con fuerza. —Tenía miedo, temía que me odiaras; ¿y por qué no? Al fin y al cabo, rechacé a mi pareja a pesar de ser una linterna. Pensé que el consejo me desahuciaría, y no quería sentir que ustedes también me abandonaban. Por eso decidí partir antes de que más personas me abandonaran debido a mi situación y a mi condición —le dije y le di la espalda para no mirarlo a los ojos. —Alexis, ¿hablas en serio? —preguntó y me obligó a girar y enfrentar su mirada—. ¿Piensas que te he buscado como un loco porque estoy bajo las órdenes de mi padre? ¡Yo te quiero, maldita sea! ¿No lo notabas? Además, sabíamos que rechazarías a tu pareja. Desde su cumpleaños de hace un año sabíamos que era tu pareja, y no te diste cuenta que desde entonces te visité con mucha más frecuencia que en los tres años anteriores. —¿Entonces sabías la verdad? ¿Por qué no me dijiste nada? —susurré sin poder evitarlo, pues quería culparlo un poco de mis desgracias; pero, en el fondo, sabía la respuesta a esa pregunta. Era obvio que no podían decirme nada. El objetivo de mi vida era encontrar a aquel desgraciado que me tocó como pareja y amarlo para siempre. —No te lo dijimos porque sabíamos que a los diecisiete años no tolerarías el dolor del rechazo, ya que no tenías el poder ni el apoyo de tu lobo interior; pero ahora lo tienes. —¿Mi lobo? —pregunté y presté toda mi atención. —¿Pensabas acaso que no tenías lobo interior? —¿Entonces tengo un lobo? —Lo sabrás cuando llegue el momento; y ahora regresemos a la mansión del consejo. He decidido que cuidaré de ti hasta que decidas qué vas a hacer —añadió él y lo miré con burla. Ya había logrado alejarme de aquella manada mezquina; ¿acaso creía que arriesgaría mi libertad porque él podía cuidar de mí? Por supuesto que no. —No voy a regresar. —¿Qué quieres decir? ¿Cómo que no vas a regresar? —He decidido presentarme en una universidad humana y terminar mis estudios. He decidido vivir la vida de un ser humano normal, y no la de una loba sin lobo interior. Si vivo entre humanos, me tratarán como a una persona normal y no como una vergüenza para la sociedad. Además, tengo que presumir de mi belleza en otra parte. Si no les gusto a los lobos, no me importa, ya que puedo encontrar el amor fuera de nuestra especie: no somos la única que existe en este mundo. —Sabía que, aunque odiara estar de acuerdo con ello, tendría que acatar mi decisión, porque ahora yo era independiente. —Está bien, pero yo decidiré las fronteras de manadas que puedes explorar y cuáles no. —Está bien, papá —respondí con sorna. —No me llames así, porque tendrás que asumir las consecuencias —dijo él con una mirada turbia y no pude evitar sonrojarme al escucharlo. —Toma, lleva este pendiente. No sé por qué, pero, desde que comencé a buscarte, tuve la premonición de que no estarías de acuerdo en regresar conmigo. Este pendiente esconderá tu olor a la perfección. —Lo colgó de mi cuello y me dio un beso suave en una esquina de la boca. Deseaba que él fuera mi pareja, pero la Diosa de la Luna trastorna mi destino y juega con mi felicidad. Me abrazó con fuerza y añadió—: Recuerda que, pase lo que pase, siempre estaré disponible para ti. La voz de Audrey, quien hablaba con la boca llena de pasta, interrumpió aquellos recuerdos: —Por cierto, ¿ya te enteraste? No tenía la menor idea acerca de lo que hablaba. «Si dejas de pensar en la comida, quizás puedas concentrarte en la conversación, tonta», me regañó mi conciencia y la ignoré. —Habla de la visita sorpresa del fundador de la universidad. Viene a hacer una inspección y ver si todo funciona sin problemas —contestó Shane, y no pude evitar fruncir el ceño. ¿El fundador de la universidad? ¿Acaso se trataba del jefe actual de aquella manada tan peligrosa, el alfa Sebastian? ¿Por qué venía? ¿Acaso eso significaba que mi enmascaramiento había fallado o que alguien me había delatado, o se trataba de una visita casual? Casual o formal, tenía que evitar por todos los medios que supiera la verdad sobre mí, ya que tenía ganas de seguir con vida. —Vayan ustedes. No me siento bien —les dije y fingí que me sentía mal. Eso siempre funcionaba. —Es la orden estricta de todos los decanos de los diferentes departamentos. Nadie puede faltar a clases mañana, y le costará cien puntos de demérito al que falte —añadió Audrey. ¿Cien puntos? Mis ojos se abrieron de par en par al escuchar aquello. ¿Acaso era una broma? Si recibía cien puntos de demérito solo me quedarían veinte, y no podría aprobar el semestre; tendría que repetir el año. Tal vez si lograba evadir al alfa, podría salvar mi trasero. ¡Diosa de la Luna, te encanta ponerme las cosas difíciles!

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