Capítulo 9
Punto de vista de Sebastian
—Alfa, estamos listos para partir. —Escuché la voz de mi beta y asentí antes de dar media vuelta y mirar una vez más mi imagen en el espejo.
«¿Acaso tu imagen importa si solo vas a ese lugar a matar o encerrar en un calabozo a un lobo solitario que rompió las reglas?», preguntó mi lobo interior. El lobo interior no podía entender, porque no tenía que verse presentable todo el tiempo, y podía andar desnudo y sin vergüenza.
«Voy a ese sitio como fundador de la universidad, no como un alfa asesino de solitarios, ¿recuerdas?», le contesté en tono burlón. Me miré en el espejo una vez más, me coloqué las gafas de sol y salí de la habitación. Aún no sabía lo que haría con aquel lobo, o más bien aquel criminal. Jamás un lobo había vivido entre humanos, y si lo había hecho durante tanto tiempo, debía tener sus razones. Pero no podíamos negar el hecho de que había violado las reglas al hacer tal cosa. A ciencia cierta, había que enseñarle una buena lección.
Lo que más me sorprendía era que la patrulla de nuestra manada visitaba la universidad de vez en cuando, pero nadie había identificado su olor ni lo habían reconocido. ¿Cómo era posible? Solo existían tres formas a través de las cuales un lobo podía esconder su olor. En primer lugar, si se asociaba con brujas, y una de ellas lo ayudaba a esconderlo; en segundo lugar, si era una linterna sin cualidades de lobo, como los humanos que nacían entre lobos; y por último, si tenía un pendiente protector, los cuales escondían el olor de una persona.
La tercera forma no me parecía posible, ya que había sido un miembro del consejo quien me había avisado sobre la existencia de un lobo que vivía entre humanos, y solo los miembros del consejo tienen autoridad sobre esos pendientes. Me parecía que la más probable era la segunda. Tal vez había nacido humano y no quería vivir entre lobos; pero, sin importar la forma que usaba para esconderse, debía morir aquel día.
—Alfa, hemos llegado —dijo Blake.
—Bien —respondí, salí del auto y eché un vistazo a la universidad que había fundado en nombre de mi madre y mi padre. Hacía mucho tiempo desde mi última visita. En ese momento, observé a mis chicos; además de mi beta Blake, estaban allí Luke, Jason, Alex y Peter.
—Vamos —ordené y nos dirigimos hacia el corredor principal de la universidad, donde era probable que nos esperara el rector. Y en efecto, allí estaba, con un enorme ramo de flores y una sonrisa aún más grande. Bueno, al menos, alguien se alegraba de nuestra visita sorpresa. Quería saber cómo reaccionaría el lobo cuando nos viera.
—Señor Sinclair, ¿a qué se debe el honor de su visita? —preguntó el rector.
—No existe una razón en particular. Quería saber cómo funciona la universidad. Ya han pasado tres años desde mi última visita, ¿cierto? También quiero ver el Departamento de Biotecnología; quiero saber cómo funciona el equipamiento y si lo utilizan bien o no. Es mi favorito —contesté y recordé a mi madre, que siempre había estado ocupada en la investigación de diferentes hierbas.
—Por supuesto, ¿por qué no? Hablemos primero sobre el progreso de los diferentes departamentos y luego los visitaremos, comenzando por el de biotecnología —dijo él, pero sacudí la cabeza y me dirigí hacia el edificio de biotecnología, mientras que el rector me siguió de prisa. Había venido a cazar a un hombre lobo y no podía perder tiempo.
La razón por la cual yo había ido en persona a encontrar al lobo escondido era que, al ser el alfa más fuerte, mis sentidos eran diez veces más poderosos que los de alfas normales. Hasta el cambio más pequeño en el olor de alguien era suficiente para que yo detectara su especie; era un don natural que poseía. No existía magia, pendiente o cualidades que salvara a aquel lobo de mí.
Me detuve a mitad de camino hacia el Departamento de Biotecnología cuando capté un olor extraño mezclado con lavanda y rosas: el olor de un lobo. ¡Ja! Había sido rápido. Al parecer, la presa se dirigía hacia mí sin saber que había venido a atraparla.
—¿Qué ocurre, Alfa? —preguntó Jason al ver que me había detenido.
«Creo que encontramos al lobo escondido», contesté a través de nuestra conexión mental, y todos asintieron y continuaron tras de mí mientras yo seguía el olor. Al doblar una esquina, me detuve de repente y abrí los ojos, pues los había cerrado para percibir el rastro con mayor detalle. Al mirar con claridad, no encontré frente a mí la escena que esperaba.
Era la silueta de una hembra; y no era cualquier silueta, era probablemente la chica más bella del mundo. Todos nos detuvimos al verla y, a juzgar por el pánico reflejado en sus ojos, sabía que era el lobo que buscábamos. ¿El lobo que se había escondido de nosotros aquellos meses y vivía allí era una mujer? ¿Una loba? ¿Mi patrulla era tan débil que no podía atrapar a una loba enmascarada? No pude esconder el desprecio de mis pensamientos a pesar de su belleza.