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Capítulo 4

Carolina se detuvo y, tras un instante, negó con la cabeza. Alzó los labios en una sonrisa radiante y clara. —Tío Juan, no te preocupes, este pequeño asunto aún puedo resolverlo por mí misma. Si la empresa llega a pasarse de la raya, te aseguro que enseguida te llamaré para que vengas a respaldarme y los asustes hasta la muerte. —Anda, ve a trabajar, yo ya me voy. Juan no pudo evitar reír ante su picardía. Al observar su silueta alejarse, la sonrisa en sus ojos se intensificó. Y es que Carolina no era una delicada flor de invernadero, frágil y quebradiza. Al llegar a la empresa, el asistente Felipe tuvo la extraña impresión de que su jefe estaba de buen humor. Pero, para su sorpresa, le preguntó: —Felipe, ¿soy guapo? Felipe casi tropieza consigo mismo; perplejo pero sincero, asintió. —Eres guapo. Juan arrugó la frente y volvió a preguntar: —¿Y soy tierno? —... —"La ternura y usted no tienen nada que ver" pensó Felipe. —A veces, pues... un poco... Juan interrumpió con frialdad. —¡Fuera! —... En su interior Felipe masculló: "¡La cara de este hombre es como el cielo de abril, cambia de repente!" ... Apenas llegó a la empresa, Carolina oyó que en otros departamentos también comentaban sobre lo ocurrido entre ella y Melchor. Era muy inesperado que el asunto ya se hubiera difundido tanto. —¿De verdad Carolina y Melchor rompieron su relación? —Claro, todo el equipo del señor Melchor lo sabe. Ahora mismo le han suspendido todo el trabajo que tenía en sus manos. —¿En qué estaría pensando Carolina? El señor Melchor es joven y con gran potencial, pasó de ser un desconocido a convertirse en el Rey del Cine, y en el futuro sus logros serán aún mayores. Lo más importante es que siempre ha protegido a Carolina. Si yo fuera ella, jamás rompería con él; al contrario, lo halagaría cada día. Alguien soltó una risa sarcástica. —Hoy mismo la vi bajarse de un auto de lujo. Seguro ya encontró un nuevo objetivo. Ser guapa tiene sus ventajas, puede seducir hombres sin esfuerzo. Carolina se detuvo un instante en su camino para dejar escapar una sonrisa irónica y muda. ¿De verdad solo gracias a sí mismo? ¿Y entonces qué eran todos los recursos que ella le había conseguido en secreto a través de la familia Rojas, sin que Melchor lo supiera? Pero en el pasado nunca había querido reclamarle nada. Ahora que pensaba cortar por completo con él, tampoco tenía sentido volver sobre esos asuntos. Con gesto sereno, dobló la esquina y entró en el campo de visión de aquellas personas. Ellos callaron de inmediato. La mirada de Carolina se deslizó de soslayo hacia la que había hablado al final: una joven actriz que recién empezaba a ganar fama. Ella curvó los labios en una sonrisa. —Sí, en comparación conmigo, tu aspecto queda un poco por debajo. Apenas pasó de largo, la muchacha estalló furiosa: —¿Una huérfana sin respaldo? ¡No eres más que un insecto de lo más bajo! ¿Y aún finges dignidad? ¡Seguro que lo único que has logrado es gracias a meterte en la cama de los hombres con tu cara bonita! Carolina acababa de entrar en la oficina cuando su asistente corrió apresurada hacia ella. —Carolina, ese proyecto de rodaje paralelo de la película yo no puedo manejarlo. Déjame que vaya a rogarle a Melchor para que te deje volver, ¿sí? Ella alzó la mirada. —No hace falta, ya he decidido salir del estudio de Melchor. La mayoría de los estudios de celebridades nacen cuando los artistas se independizan de su empresa original. Pero en el caso de Melchor, debido a problemas de contrato con la compañía y a que aún posee acciones dentro de ella, aunque de cara al público aparezca como dueño de su propio estudio, en realidad todos los asuntos siguen siendo gestionados de manera integral por la empresa. —No, Carolina, no seas impulsiva. Tú no eras la que más... —La asistente se dio cuenta de que iba a decir algo indebido y se corrigió de inmediato—. Si te vas, ¿acaso Melchor estará de acuerdo? Carolina esbozó una sonrisa sarcástica. De verdad, cualquiera pensaba que Melchor podía manejarla a su antojo. —Él no tiene derecho a decidir por mí. Melchor apareció en la puerta, con un semblante aún más frío que el día anterior. —¿No te dije que volvieras a tranquilizarte? ¿Este es el resultado de tu calma? Carolina arrugó la frente y, casi sin pensarlo, bajó la vista hacia su muñeca izquierda. Estaba vacía. Ella había acompañado a Melchor en todo su camino, siendo no solo su amante, sino también su compañera de batalla. Y aunque habían compartido una intimidad tan profunda, desde ayer todo parecía como si apenas se conocieran. Ese Melchor le resultaba extrañamente ajeno. La asistente, al ver la tensión entre ambos, no se atrevía a hablar. Melchor le lanzó una mirada de soslayo. —Lárgate. —Carolina... —murmuró ella, inquieta. Carolina intervino. —Ve tú primero. La puerta se cerró, y aquella extrañeza en los ojos de Carolina le clavó una punzada a Melchor. Su mirada descendió hasta posarse en los labios rojos y tentadores de ella. Carolina tenía una cara deslumbrante, y en el vaivén de su mirada brillaba una belleza innata, una sensualidad propia. Además de su carácter, esa era una de las razones por las que, durante tantos años, Melchor había tenido una predilección única por ella. Su voz se suavizó un poco. —Caro, no hagas esto. Ya te lo expliqué, a Lilia solo la veo como a una hermana. —En dos días volveré a rodaje; pórtate bien, dime algo lindo y pasemos la página sobre este asunto, ¿sí? Carolina sintió un profundo asco. —Melchor, en lugar de gastar energía conmigo, mejor invierte tu tiempo en cultivar tu relación con Lilia. Al ver su rebeldía, Melchor dejó de contener la ira que hervía en su interior. —Carolina, te lo digo claramente: aunque hoy entre ella y yo no haya absolutamente nada, incluso si lo hubiera, tendrías que entenderlo. —En la posición en la que estoy, todos los días me enfrento a incontables tentaciones. Incluso si alguna vez cruzo la línea, nadie podrá sustituir el lugar que ocupas en mi corazón. ¿Eso no es suficiente? Carolina alzó la mirada, atónita, sin comprender cómo podía decir palabras tan descaradas con tanta calma. Pero aquello también le hizo darse cuenta de algo aún más grave. Si Melchor era capaz de hablar así, tal vez su relación con Lilia era mucho más íntima de lo que ella había imaginado. —¿Qué ganas con seguir armando este escándalo? Tú sabes bien lo duro que es este círculo, donde se pisa al débil y se ensalza al fuerte. Si rompemos, ¿cómo crees que te tratará la gente de este medio? Sin mí, ¿qué capital tienes para sobrevivir? La incredulidad en la cara de Carolina se acentuó. Respiró hondo para contener la emoción. Pero al sacar de su bolso la carta de renuncia, los dedos le temblaban levemente y la delataron. Un amargor se le extendió en la lengua. —Si la empresa no acepta mi traslado fuera de tu equipo, renunciaré. Desde hoy, entre nosotros no quedará ningún vínculo. —¡Carolina, ni se te ocurra! Él alzó la mano, pero luego la dejó caer. ¡Qué gata tan indomable! En ese instante incluso le pasó por la cabeza la idea de darle una lección. Pero nunca encontraba el valor para hacerlo. Melchor se obligó a tener paciencia, pensando en endulzarle el oído con un par de frases más. Justo entonces sonó su teléfono: era el vicepresidente Jacinto. Contestó, escuchó unas palabras y su expresión se tornó aún más sombría que antes. Cuando colgó, alguien llamó a la puerta. —Señor Melchor, el vicepresidente Jacinto me pidió que llamara a Carolina. Melchor, ante aquella sucesión de hechos, terminó riendo de rabia. —Carolina, no sabía que tenías tal habilidad. ¡Un asunto tan pequeño y hasta lograste alarmar a la alta dirección de la empresa! Igual de desconcertado estaba el propio vicepresidente Jacinto. No eran muchos los que sabían de la relación entre Carolina y Melchor, y entre ellos se contaban algunos altos cargos de la empresa. Por eso, cuando Carolina entregó la solicitud de traslado, los directivos al principio no pensaban intervenir. Al fin y al cabo, eran simples disputas de pareja. No tenían necesidad de enemistarse con Melchor. Pero nadie esperaba que el jefe de Aurora Entertainment recibiera una llamada del jefe del Grupo Brisalia, Juan, pidiéndoles que cumplieran todas las exigencias de Carolina. El jefe de Aurora Entertainment quedó perplejo. —... "¿Quién llama, a quién le importa?" Al enterarse de que Carolina estaba relacionada con una figura de tal calibre, los demás departamentos prefirieron no involucrarse y trasladaron el asunto al de menor rango: el vicepresidente Jacinto. —... El silencio, a veces, es la respuesta más sabia. El asistente que había tocado la puerta percibió lo extraño de la atmósfera y tragó saliva con nerviosismo. —Carolina... el vicepresidente Jacinto aún la espera. Ella asintió con cortesía y pasó de largo, dispuesta a salir. Pero Melchor la sujetó de la muñeca.

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