Capítulo 324
En el pasado, Stella había llevado una existencia en la que no había distinción entre la vida y la muerte. Sentía como si su alma le hubiera sido succionada desde hacía muchotiempo.
La inercia era el motor que, lentamente, la mantenía viviendo. Unas veces sonreía, y otras lloraba. Siempre recordaba que, cuando era joven y frívola, iba adonde sus compañeras de clase a tocar el piano o a cantar con su guitarra. Eventualmente, con los chicos, jugaba al ajedrez y a otros juegos, pero era cuando cantaba que sentía recuperar su espíritu de lucha, y parecía mirarlo todo desde un pedestal, como lo haría una reina que estuviera llena de libertad y vitalidad.
Recordó que, en una oportunidad, hubo una fiesta de orientación en el departamento universitario. Durante los preparativos, muchos aportaron ideas. Como Emily conocía el virtuosismo de Stella, le propuso que colaborara tocando el piano y la guitarra, y que, además, cantara.
Stella sentía que no era lo suficientemente buena como para presentarse ante una concurrencia. Quiso negarse, pero no había otras opciones artísticas en el departamento. Tampoco quería decirle que no a la petición de su amiga, y que otros departamentos vieran de mala manera una negativa de su parte. Por lo tanto, Stella tuvo que obligarse a cantar.
Para empezar, se sentó al piano, tocó una pieza, y luego se puso a cantar, acompañándose de su guitarra. No recordaba exactamente, cuál fue la canción que cantó.
En aquella época, las canciones que solía cantar eran sólo de amor juvenil y corazones rotos. Luego, comenzaron rumores de que Stella, una estudiante de uno de los departamentos, no sólo cantaba, sino que tocaba el piano magistralmente. Nada se decía sobre su ejecución de la guitarra, pero algunas personas escucharon que, incluso, tocaba la flauta. Así, Stella se convirtió en una figura muy popular entre sus compañeros de clase, por haber estado cantando y tocando el piano por muchos años en la universidad.
En aquel tiempo, poseer más de una destreza era fundamental para una persona, y Stella lo sabía. Tal circunstancia había sido determinante en su vida.
Lo que más la enorgullecía de contar con esas habilidades, era que la habilitaban para no depender de David, y no tener que pedirle nada. Ser autosuficiente le representaba uno de sus logros más preciados, porque le permitiría cuidar de ella misma el resto de su vida. Nunca se arrepentiría de haber desarrollado aquellas aptitudes.
Mientras escribía, Stella se colocaba los auriculares para, simultáneamente, oír música. En aquella época, escuchaba varios estilos, sobre todo, los que le transmitían sentimientos. En una oportunidad, Stella encontró, por azar, una canción que llamó mucho su atención, y que se titulaba: "Te pareces a alguien, pero no eres". En aquel entonces, la cantaba con frecuencia, emocionando a mucha gente.
De repente, recordó la historia de Blancanieves y los siete enanitos. Ellos no se conocían, pero se ayudaban unos a otros. Esa sensación de solidaridad era lo que transmitía la canción favorita de Stella.
"Te pareces a alguien, pero no eres. Te pareces a alguien, pero no eres. Lo que sea que hayas hecho, ¿cómo lo hiciste? Tomaste a Jiya en cautiverio, así. Ni siquiera puedo entenderlo, tú eres el sol de mis mañanas. Te pareces a alguien, pero no eres. Te pareces a alguien, pero no eres. Bebe lo que es tuyo, bebe lo que es tuyo, hazme tuyo, hazme tuyo. En la ciudad del corazón, estableciste la ciudad, donde las noches aburridas se colorean al mirarlas tus ojos. Por qué debería caminar en la dirección de un par de alas, el mundo entero no es mi trabajo. Sí, viví solitario en tu nombre. No puedo arreglarlo solo, enredándome. Incluso tu falsedad, parece ser verdad en tus palabras. Te pareces a alguien, pero no eres. Te pareces a alguien, pero no eres..."
Ella nunca olvidó la letra de esa canción.
Anotó todo lo que pudo captar de la letra, en su cuaderno, tratando de no perderse ni una sola palabra. Esos fragmentos no parecían servir de mucho, sin embargo, no estaba dispuesta a tachar nada de lo que había escrito.
Cada oración de la letra le llegaba al alma. Igualmente, esperaba que sus escritos llegaran a tocar el corazón de los lectores, y los hicieran sentirse en sintonía con ella. Esa fue su inspiración para escribir.
Más tarde, encontró muchas canciones que le gustaban, y quiso compartirlas en su libro. Incorporó un índice en la contraportada, que incluía todas las piezas que le habían gustado en el pasado y ahora. Se preguntó, si quienes leyeran su libro compartirían sus mismos gustos.
Blancanieves y los siete enanitos procedían de dos mundos diferentes. La princesa necesitaba un príncipe acorde con su estatura, y los enanos no aplicaban, así que lo más que podían hacer era esforzarse al máximo para ayudarla a librarse de todas las dificultades. Finalmente, fueron desapareciendo, poco a poco, ante la felicidad de la princesa y el príncipe. Ella, como que había oído ”Te pareces a alguien, pero no eres".
Al principio no sintió nada, pero después de escucharlas unas cuantas veces, le pareció ser capaz de adivinar lo que iban a transmitir. Las canciones eran tan apasionantes como las películas. A menudo, era incapaz de describir, desde el primer momento, el sentimiento que había en ellas, pero esa especie de leve sensación que le producían, siempre podía emocionarla, y su corazón parecía ser capaz de resonar con ellas.
Por desgracia, sentía que no era lo suficientemente buena. No encontraba forma de describir determinadas sensaciones o emociones, así que se limitó a escribir algunas cosas, con la esperanza de que pudieran conmover a alguien.