Capítulo 327
RK continuaba al lado de la cama de Stella. Apenas había dormido en toda la noche. Cuando se percató de que la joven se había despertado, lo primero que hizo fue frotarse los ojos y mirarla más de cerca.
“Oye, ¿crees que soy una ilusión?” La voz de Stella era débil.
“Sí”, contestó él secamente, como si hubiera sufrido un gran agravio.
Stella no tenía fuerzas para discutir, así que cerró los ojos.
¡Ay…! ¡Le dolía!
RK no se atrevió a molestarla. Sabía que ella estaba adolorida, así que no dijo nada; en cambio, le insistió para que comiera algunas cosas ligeras que podrían ayudar a sanar sus heridas.
Al cabo de un rato, Stella se durmió de nuevo.
Sin embargo, el dolor no la dejaba dormir profundamente. Se sentía mareada y de vez en cuando abría los ojos. En una de esas ocasiones observó que estaba lloviendo.
Siempre le había gustado ver la lluvia del norte caer sobre las farolas rojas y los azulejos oscuros, lavándolos una y otra vez. Entonces las losas de piedra azul quedaban frescas y húmedas. Le gustaba pararse a solas bajo los aleros y dejar que el susurro de las gotas la hipnotizara.
Sin embargo, en este momento, solo podía languidecer. El dolor producido por la herida estaba carcomiendo su voluntad, adueñándose de sus sentidos. No sabía qué hacer. La noche anterior había confiado en que su estancia en este molesto hospital casi había terminado, pero ahora se encontraba confinada de nuevo a la cama. Su situación actual no era tan buena como cuando estuvo en coma.
Por desgracia, a veces ocurrían cosas impredecibles e inesperadas.
Cuando Stella se despertó de nuevo, ya era tarde y casi había oscurecido. RK no estaba allí y ella supuso que habría ido a comprar algo de comida. Apenas intentó moverse cuando un dolor sordo la atenazó.
“¡Dios mío, me duele!”, gimió, sin atreverse a hacer otro movimiento. Temía que la herida se resintiera de nuevo. Después de un rato, se estiró lentamente y trató de tomar la portátil que yacía sobre la mesa cercana.
¡Mald*ta sea! ¿Por qué habrían puesto esa mesa tan lejos? Se dijo con enojo que ningún paciente podría alcanzar algo.
La verdad era que habían dejado la portátil justo al lado de su cama, solo que ella estaba acostada boca abajo y su brazo no era muy largo, por lo que apenas podía tocar la esquina de la mesa.
Después de estirar la mano con fuerza durante un rato, Stella quedó sin aliento y desistió de su empeño. Se dijo que era más seguro para ella quedarse quieta y evitarse problemas, pero ya estaba harta de pasar tanto tiempo acostada boca abajo.
Se sentía enojada y triste, y además, abandonada, desolada y miserable… Stella estaba sumida en la autocompasión cuando RK regresó. Efectivamente, traía la cena con él.
El hombre había soportado demasiado durante las últimas horas… Hasta la noche anterior, todo había marchado bien, pero para su sorpresa, Stella se había caído justo cuando él pensó que podía ausentarse un tiempo. No se había sentido tan culpable desde que era un niño. Contemplando las facciones ligeramente contraídas de Stella mientras dormía, no pudo evitar sudar y sentir que una mano le oprimía el corazón. Solo quería protegerla, pero sin importar lo mucho que tratara, terminaba lastimándola.
“¡Stella!”, susurró. “¿Estás despierta?”, preguntó con voz afectuosa. “Es hora de comer. ¿Puedes incorporarte un poco?”
Ella se sorprendió, porque creyó que él iba a regañarla. Estaba preparada para eso, pero en lugar de culparla, la trató aún mejor. No salía del asombro cuando al fin alzó la cabeza para mirarlo.
Esta vez no le dolió mucho, así que siguió levantando la cabeza, pero entonces empezó a molestarle el cuello.
RK lo notó, así que le dijo que volviera a apoyar la cabeza sobre la almohada. Sacó una cuchara y sirvió un poco de arroz para darle de comer una bocado a la vez, lo que hizo que Stella se sintiera muy incómoda.
“Lo siento…”, dijo RK, disculpándose. Stella masticaba en ese momento y al escuchar sus palabras, casi se atragantó.
“No debí dejarte sola tanto tiempo. Fue mi culpa. ¡Traicioné la confianza de tu tío!”
Los repentinos comentarios de RK confundieron a Stella, porque él no había hecho nada malo. Ella no era una niña y sabía que debía guardar reposo, acostada boca abajo, pero se le metió en la cabeza levantarse para mover las flores. Todo había sido culpa suya. ¿Por qué el hombre se disculpaba entonces?
“No tuvo nada que ver contigo… ¿Qué tenía de malo salir comprar la cena? Fue mi responsabilidad, yo no tenía que levantarme de la cama, así que merezco cualquier reproche. ¿Por qué te disculpas?”
Stella se rio, porque no entendía de qué se declaraba culpable RK.
“Yo no debí dejarte sola”. RK insistía en creer que fue su culpa. Como Stella supuso que sería inútil disuadirlo, se limitó a dejarlo en paz.
“¡No vuelvas a levantarte de la cama sin mi permiso la próxima vez! ¿Comprendes?” RK había recuperado sus imponentes maneras y ella, en vez de disgustarse, se sintió inexplicablemente complacida.
No resultó fácil para Stella terminar su cena. Después de comer, se recostó para descansar un poco, pero su mente estaba convertida en un caos.