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Capítulo 339

Stella ignoraba que Violet había llegado a la ciudad X en un vuelo a primera hora. Era su mejor amiga, ¿cómo no iba a venir a verla? De lo contrario, no merecía llamarse siquiera amiga. Cuando Violet se bajó del avión, le arrojó el equipaje al conductor que vino a recogerla y le quitó las llaves del coche para manejar ella misma hasta el hospital. Al llegar, interrogó en la recepción para saber dónde estaba el pabellón de Stella y luego se apresuró, con sus tacones de ocho centímetros, golpeando rítmicamente contra el suelo. En ese momento, Stella estaba boca abajo, luchando por hacer un poco de ejercicio. De vez en cuando, movía los brazos y las piernas, el cuello o el trasero, procurando que la espalda no estuviera involucrada. Después de una ronda, empezó a sudar profusamente y se dijo que comenzaría la segunda ronda después de un breve descanso. Una figura intrépida atravesó la puerta del pabellón. “¡Redoble de tambores! ¿Qué te parece? ¡Querida!, qué sorpresa, ¿verdad?” Tan pronto como Violet entró en la sala, lo primero que vio fue el trasero de Stella moviéndose sugerentemente. ¿Estaba la joven… tratando de seducirla? “¿Quién es? ¿No ve que estoy…?” Stella giró trabajosamente la cabeza y quedó tan sorprendida que sus ojos parecieron a punto de salirse de sus órbitas. Su visitante era… ¿Violet? “¡Cielos, Violet!, viniste para ver cómo estaba…” Stella se echó a llorar. Luego se irguió lo suficiente como para abrazar la cintura de Violet y se frotó la nariz y las mejillas llenas de lágrimas en la tela de su costoso vestido. “¡Así es! Vine con la mejor intención del mundo a ver cómo estabas, pero si continúas actuando de esa manera tan obscena, consideraré largarme de aquí”, dijo Violet, propinándole un sopapo a Stella. “Está bien, está bien”, replicó ella, limpiándose despreocupadamente la cara grasienta. Acababa de engullir unas deliciosas manitas de cerdo, y no esperaba recibir una sorpresa tan grande: “¡Me complace mucho que hayas venido a verme!” “Así es. Vine tan pronto como bajé del avión. Ni siquiera me he tomado el tiempo para visitar a mis padres”. Violet le tiró un pañuelo a Stella con desdén. “¡Oh, estoy tan conmovida!” Las lágrimas continuaban saliendo de los ojos de Stella, al tiempo que miraba a Violet: “Llamaré a Adrian, estará muy emocionado de verte”. “¿Cómo está él? ¿Ha encontrado una nueva esposa?” Fue hace mucho tiempo, cuando aún vivían en el extranjero. Adrian nunca dejaba de aprovecharse de Violet, y un día, plantándole un beso en la cara, anunció su soberanía: “Esta es mi esposa. De ahora en adelante, estaré a su lado”. A partir de ese momento, Violet fue anunciada oficialmente como la esposa de Adrian. De entre las mejores amigas de Stella, Adrian seleccionó a una como madrina y a la otra como esposa. Para el chiquillo resultaba de lo más conveniente, pero Stella ignoraba de quién o cómo había aprendido eso. “Dime, ¿quién recoge a Adrian de la escuela ahora que tú estás en el hospital? ¿Es el hombre de la familia?” Violet era muy pragmática y siempre estaba pendiente de estas cosas. “La familia Kingston tiene un conductor que va a buscarlo todas las tardes”. “¿Dónde vive Adrian ahora? ¿Quién lo cuida?” “Después del accidente no he tenido la oportunidad de contártelo, pero ese bast*rdo de Rene Kingston me arrebató la custodia del niño”. “¡¿Qué?! ¿Él no tuvo ninguna consideración contigo?”, preguntó Violet con una mirada de incredulidad. “Bien… Es difícil de explicar. ¿Por qué no vas a visitar a tus padres? Seguramente estarán ansiosos de verte”. Stella sintió que no era apropiado dejar esperando a los padres de su amiga, por lo que decidió que ella debería ir a verlos antes que nada: “Hablaremos de eso después”. “¿Tu espalda está mejor? ¿Puedes moverte? Vendré a verte en la tarde”, aseguró Violet. Enseguida añadió: “Por cierto, dile a tu esposo que pasaré a buscar a Adrian esta tarde”. Tras eso, Violet se fue a toda prisa. Echaba mucho de menos al niño y pensó en la máxima que afirmaba que ‘la ausencia a menudo aviva el afecto’. En cuanto se calmó el jaleo causado por Violet, Stella sintió que su malhumor se desvanecía. No era de extrañar que antiguamente las parejas salieran de una mala racha alejándose una temporada. El día anterior, había estado pensando en hablar seriamente con RK. Sin embargo, todavía no encontraba una excusa adecuada. A veces, había algunas cosas que… Bueno, si quería ser honesta, le era difícil pronunciar ciertas palabras. Sabía que no era muy buena para expresar sus emociones y, por si fuera poco, tendría que hacerlo frente al rostro inexpresivo de RK. Recordó su primera impresión de él, profundamente grabada en su corazón. El gélido novio de Sophia la amedrentaba. Así que se mantuvo siempre a una distancia respetuosa de él. Pero se casaron, aunque apenas tuvo oportunidad de conocerlo después de la boda, debido a sus continuas ausencias. Así que estaba temerosa de que un día cualquiera, él hiciera algo inesperado. Aunque era consciente de que debería cumplir los deberes que venían con el certificado de matrimonio, al fin y al cabo, ellos no eran una pareja de verdad.

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