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Capítulo 2

En persona, era incluso más imponente que en la fotografía. Sus rasgos eran nítidos y precisos; bastaba su presencia para atraer todas las miradas. Su corazón se estremeció sin control, recordándole la parte de su vida que había perdido, aunque en su mente no aparecía ni una sola imagen relacionada con él. Reprimiendo aquella sensación extraña, se obligó a mantenerse serena y, tal como sus padres le habían indicado, lo saludó con distancia: —Señor Mauricio. Mauricio la observó sin mostrar emoción. Se acercó y preguntó con cortesía: —Supe del accidente. ¿Te lastimaste mucho? ¿Te quedó alguna secuela? ¿Secuela? ¿Contar que olvidé absolutamente todo lo relacionado contigo, cuenta como una? Ella estaba a punto de responder cuando él habló de nuevo: —Perdón. Lo que dije hace años, que si después de tres años aún me querías estaría contigo, solo fue para tranquilizarte. Pensé que ese tiempo bastaría para que vieras un mundo más amplio y dejaras atrás ese sentimiento inmaduro. Mientras lo escuchaba relatar con calma la mentira que le había marcado la vida, el dolor volvió a punzarle el pecho. Así que Mauricio nunca había tenido intención de estar con ella. Desde el inicio, aquel supuesto pacto de tres años no había sido más que un pretexto para librarse de ella. Amaya respiró hondo y sostuvo la mirada indiferente de Mauricio: —No importa. Tampoco dijiste lo esencial. En realidad, no me rechazaste por ser joven ni por confundir mis sentimientos. Se detuvo un instante antes de continuar: —Me rechazaste porque ya tenías a alguien en tu corazón, ¿cierto? Durante esos días, además de recuperarse, impulsada por una curiosidad difícil de explicar, investigó la relación pasada entre Mauricio y la recién comprometida Paola Salazar. Paola era dos cursos menor que él y la única mujer a la que Mauricio había reconocido públicamente como pareja. En la universidad, él había sido objeto del interés de muchas chicas, pero ninguna logró acercarse, salvo Paola, que perseveró durante tres años hasta conquistarlo. Cuando su vínculo empezaba a afianzarse, él la llevó a conocer a su familia, pero el origen humilde de Paola despertó una oposición frontal por parte de los padres de Mauricio. Frente a tantos obstáculos, Paola no pudo soportar la presión y decidió romper la relación y marcharse al extranjero. Con los años, muchas mujeres con condiciones excelentes, incluida ella, fueron presentadas como posibles esposas. Mauricio rechazó a todas. Porque seguía esperando a Paola. Y ahora, por fin, ella había vuelto, y él la había recuperado, desafiando todas las objeciones. Al oírla, el ceño de Mauricio se frunció aún más. La miró con una expresión inquisitiva y molesta, como si hubiera tocado algo que no le correspondía: —¿Cómo lo sabes? De inmediato pareció comprender algo. Sus ojos se enfriaron: —Mi rechazo no tiene nada que ver con Paola. Espero que no sientas rencor hacia ella ni hagas nada impulsivo. El corazón de Amaya se contrajo, como si una aguja lo atravesara. ¿En su mente ella era alguien que, incapaz de conseguir su amor, sería capaz de dañar a la mujer que él sí amaba? Amaya tomó aire. Estaba a punto de decir que ya lo había olvidado, que no sentía nada por él, cuando una voz femenina, suave y dulce, la interrumpió por detrás. —¡Mauricio! Giró la cabeza y vio acercarse a una mujer de vestido blanco, de gesto sereno y amable. Con naturalidad, la mujer tomó del brazo a Mauricio y sonrió: —Ya terminé el chequeo médico. ¿Adónde vamos a comer después? Luego, como si recién notara la presencia de Amaya, añadió: —¿Y ella quién es? Mauricio lanzó una mirada hacia Amaya y la presentó con un tono completamente neutro: —Ella es Amaya Delgado. Después miró a Amaya y agregó: —Y ella es mi prometida, Paola Salazar. La sonrisa de Paola se ensanchó, volviéndose aún más gentil: —Así que tú eres Amaya. La chica que persiguió a Mauricio durante tanto tiempo, ¿verdad? —Qué lástima que él siempre te haya visto solo como a alguien menor. Y ahora que Mauricio y yo ya estamos comprometidos, si continúas comportándote así, solo terminarás dañando tu propia reputación, ¿no crees? Amaya respondió con expresión serena: —Lo entiendo. De ahora en adelante no volveré a acercarme a Mauricio. Mauricio pareció sorprendido por lo directa que fue. La miró una vez más, con un matiz de incredulidad. Al fin y al cabo, según su experiencia, las renuncias de Amaya siempre habían sido temporales; tarde o temprano regresaba con aún más insistencia. Paola sonrió con satisfacción. Aferrándose al brazo de Mauricio con familiaridad, dijo: —Qué madura eres, Amaya. Ya que estamos aquí, ¿por qué no comemos juntos? Amaya quiso negarse, pero Paola la tomó del brazo con entusiasmo y prácticamente la arrastró hasta el restaurante. Durante toda la comida, Mauricio trató a Paola con absoluta dedicación. Le acercaba los platos, le pelaba los camarones, y cuando ella hablaba, la miraba con atención, con una sonrisa tenue pero genuina en los labios. Aquellas escenas de intimidad eran como agujas que se clavaban una y otra vez en el corazón de Amaya. Aunque había olvidado lo que significaba amar a Mauricio, su corazón parecía conservar intacto el dolor de haber amado sin ser correspondida. Incapaz de soportarlo, se excusó y fue al baño. Una vez dentro, cerró la puerta y, frente al espejo, se mojó la cara varias veces. —Amaya, escucha. Tu cabeza lo olvidó, y tu corazón también tiene que hacerlo. No está permitido seguir doliendo. ¿Entendiste? Respiró hondo, intentando controlar el temblor interno. Cuando por fin logró calmarse un poco y estaba a punto de salir, Paola entró al baño. No había nadie más. La sonrisa educada de Paola se desvaneció, dejando ver su verdadero rostro: —Amaya, eso de que renunciaste a Mauricio, fue mentira, ¿verdad? ¿Te dolió verlo conmigo y por eso viniste a esconderte aquí? ¿O solo fue tu manera de dar un paso atrás para luego avanzar dos?

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