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Capítulo 16

Cameron Por un segundo me congelé, pero luego el grito furioso que mi lobo soltó, me despertó.  —¡M*ldito! —solté, gruñendo ferozmente mientras corrí hacia ellos y lo aparté agarrándolo del cuello. Ni bien lo solté, golpeándolo contra el suelo, la sanguijuela no se quedó a pelear y se escurrió afuera del salón lo más rápido que pudo.  Apreté los dientes porque quería perseguirlo y matarlo, pero recordé que Freya todavía estaba en el suelo y muy asustada por el sonido de su corazón. Mi lobo me instó a ayudarla, luego podría cazar al profesor. Intenté refutarle, pero mis instintos me ganaron.  Me volteé hacia ella, quien me estaba mirando con los ojos abiertos de par en par, sorprendida por lo que había presenciado. Me acerqué con cuidado como si fuera un animal herido.  —Todo está bien, ya se fue —le dije mientras levantaba las manos, mostrándole que no quería dañarla. Incluso con ese gesto, se estremeció ligeramente cuando me acerqué mucho. Me detuve inmediatamente.  Mi lobo se lamentó que su compañera no lo quisiera cerca. Supongo que esta era la comprobación de que era cierto. Me había dolido su rechazo.  —¿Cam? —sonó la voz de Sarah desde la puerta, cuando vio la escena, no perdió el tiempo y se acercó a Freya para abrazarla—. M*ldita sea, Cameron, te dije que te apurarás.  Ni siquiera escuché sus palabras porque más me sorprendió que Freya la hubiera aceptado como lo había hecho conmigo. Ni bien se había sentido protegida, la había abrazado con fuerza. Sarah le devolvió el abrazo mientras le susurraba palabras de confort. Mi lobo rugió al ver esto, no podía creer que estaba sintiendo celos de mi mejor amiga. Esto era demasiado ridículo.  Me alejé de las chicas y salí al pasillo para encontrar la esencia de la basura que había tratado de abusar de una estudiante. Temí que ya se hubiera ido de la escuela, pero rápidamente lo encontré en el estacionamiento. Seguramente estaba tan nervioso que no había podido encontrar sus llaves a tiempo. ¿Realmente pensaba que podía escaparse?  Casi me volvía ciego de la furia cuando lo vi cerciorándose de que no había nada a su costado. Estaba realmente tratando de escaparse pensando que no tendría ninguna repercusión su vil acto. Crucé el estacionamiento a zancadas y en cuestión de segundos aparecí detrás de él. Antes de que pudiera reaccionar, lo agarré del cuello de su camisa y lo pegué a su carro para que me mirara directamente.  —¿Cameron? —tartamudeó, perdiendo el color en el rostro y temblando violentamente. Se lo merecía por lo que estuvo a punto de hacerle a Freya. La pobre chica había estado peor cuando lo había tenido encima y no le había importado. Tenía que sufrir.  —Señor Agnes —comencé sonriéndole mordazmente—. ¿Cuál es la prisa? No hemos tenido tiempo para hablar.  —¿Hablar? —sonrió débilmente, pero su corazón estaba latiendo sin parar—. ¿No puedes hacerlo mañana en clase?  —Señor Agnes —me reí en su cara—, ¿realmente es tan tonto para cree que seguirá dando clases? Regresará mañana a la escuela para presentar su renuncia. Después de eso, no quiero volver a verlo en esta ciudad, ¿me entendió?  —¿Qué? —me preguntó mientras trataba de enderezarse—. Nadie vio nada, es tu palabra contra la mía, no puedes obligarme a hacer nada.  —¿Realmente? —le pregunté suavemente mientras extendía una mano para agarrar su carro y la apretaba con facilidad hasta quebrar las ventanas—. Por supuesto, yo no te voy a obligar a nada. Te irás de la ciudad y nunca más volverás a ponerle un dedo encima a ninguna mujer. Si me entero que lo has hecho, entonces te cazaré hasta encontrarte y luego te mataré con mis propias manos.  Dejé que mis ojos brillaran maliciosamente al mismo tiempo que dejaba que se escuchara mi voz de Alfa. Lo solté con una sonrisa de lado y me le quedé viendo al darme cuenta de que se había orinado sobre sí mismo. Luego de unos segundos, el señor Agnes abrió apresuradamente la puerta de su carro y salió disparado del estacionamiento.  No tenía duda de que cumpliría con su parte porque sabía que, de lo contrario, lo perseguiría hasta el fin del mundo. La verdad es que si le hubiera hecho esto a cualquier persona lo hubiera amenazado de la misma forma. Una escoria como él no tenía permitido aprovecharse de jóvenes inocentes. 

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