Capítulo 17
Cameron
Cuando regresé a la escuela, fui directo al vestuario de chicas con la muda de ropa que Sarah siempre guardaba en el auto para casos de emergencia.
'¿Cómo está?' Le había preguntado a Sarah a través de nuestro enlace mental después de lidiar con el señor Agnes.
'Trae la muda de ropa que guardo en tu auto', Sarah me había dicho sin responder a mi pregunta. Su tono había sido casi vacilante, como si no supiera si debía decirme o no lo que me dijo a continuación. 'La ropa de Freya... está rota'.
Al oír esto, mi sangre había empezado a hervir y mi lobo estaba más que furioso. Lo que más me hacía enojar era no haberle podido hacer ni un rasguño al b*stardo ese. Alguna marca que le durara toda la vida, para recordarle que nunca debía volver a hacer lo que había hecho hoy.
Apenas llegué al vestuario de chicas, llamé a la puerta y le entregué la bolsa de ropa a Sarah. Luego esperé afuera mientras Freya se cambiaba. Pese a que sabía que escuchar a escondidas la conversación de las dos chicas era descortés, no pude evitar oír los sollozos y los tartamudeos de Freya de vez en cuando. Para ser sincero, eso era todo lo que mi oído podía captar, ya que el silencio imperaba alrededor del vestuario. Sintiéndome impotente y lleno de rabia, apreté los puños con fuerza y metí mis manos en los bolsillos de mis pantalones. Al verla indefensa, algo dentro de mí se había roto y me dolía mucho escuchar que estaba sufriendo.
Cada sollozo de Freya me hacía querer ir tras ese b*stardo y darle una buena paliza. ¿Por qué lo había dejado ir tan fácilmente? ¿Por qué no había respondido más rápido a la advertencia de Sarah? ¿Por qué había sido tan estúpido al no ver las intenciones de ese b*stardo? ¿Por qué... por qué de repente me sentía tan impotente al escuchar llorar a Freya?
En ese momento, los tres éramos los únicos que quedábamos en la escuela, a excepción de los guardias de seguridad, a quienes no les importaba que siguiéramos adentro. Después de todo, ellos eran parte de la manada y sabían que mientras yo siguiera ahí, no tenían que preocuparse por nada. Incluso si le avisaban a mi padre que seguía en la escuela, no tenía motivos para mentir, y si no lo hacían, tenía todas las intenciones de contarle a mi padre lo que acababa de pasar. Me aseguraría de que el señor Agnes tuviera que irse de la ciudad mañana por la mañana. De lo contrario, tendría que pagarlo con su propia vida.
Diez minutos más tarde, Sarah abrió la puerta de par en par y me dijo que me mantuviera alejado de Freya por el momento, puesto que ella estaba muy nerviosa y no quería causarle más estrés. Asentí y me apoyé contra la puerta, observando cómo Sarah iba a sentarse a su lado.
La verdad era que quería que, en vez de Sarah, fuera yo quien la estuviera consolando. Pero me contuve con tanta fuerza que empecé a rechinar los dientes. No quería asustar a Freya.
Ahora tenía puesto un cárdigan azul, con una camisa blanca debajo y calzas negras. El atuendo de Sarah se veía muy diferente en ella, sobre todo por la diferencia de peso. No era como si Sarah fuera gorda, sino que Freya era muy delgada, al punto de parecer un poco enferma. No pude evitar preguntarme si estaba comiendo bien, si tenía a alguien en casa que la ayudara.
“Deberías denunciarlo”, escuché que Sarah le decía en voz baja, poniendo una mano sobre su hombro. "Te ayudaremos".
'Eso no será necesario', le dije a Sarah a través de nuestro enlace mental. 'Ya lo asusté lo suficiente. Estoy seguro de que no lo volveremos a ver nunca más'.
'De todos modos, es su elección, Cam', Sarah respondió. 'Tenemos que hacerle saber que tiene esa opción'.
Sin embargo, antes de que pudiera responder, vi que Freya negaba con la cabeza, haciendo que su cabello se moviera de un lado a otro. "No", dijo. "No hay necesidad de hacer eso".
"¡Él trató de lastimarte!" Grité. No pude contenerme, ya que no dejaba de pensar en cómo el b*stardo la había tenido, inmovilizada, en el suelo. "¿Vas a dejar que se salga con la suya?"
Freya me miró con sus ojos azules que parecían demasiado grandes para su rostro y, si bien al principio se sobresaltó, su expresión cambió a una de determinación. "Nadie me va a creer", dijo. "No tiene sentido que los arrastre a mis problemas".
"¿Tus problemas?" Pregunté, incrédulo, pero antes de que pudiera decir algo más, escuché la voz de Sarah, fuerte y claro, dentro de mi cabeza.
'¡Cameron! ¡Freya ya está asustada y abrumada, no la asustes más!' Me advirtió.
¿Asustada? ¡Lo que debía estar era enfadada! ¡Debería estar pidiéndonos que la llevemos a la comisaría! A pesar de que parte de mí estaba esperando que ella lo denunciara para que el b*stardo termine en prisión, ella estaba diciendo que no quería hacer nada y solo sufrir en silencio.
¡M*ldita sea!
"Ya sabes lo que todos en la escuela piensan de mí", Freya agregó en voz baja, mirándose las manos. "Todos creen que soy la chica perdedora que no tiene padres. Si lo denuncio, la policía empezará a hacer preguntas que me harán sentir incómoda. Me preguntarán si no fui yo la que lo sedujo y cosas por el estilo. Una vez que la policía se involucre, nadie me creerá y mi vida se volverá aún más difícil, así que, por favor, dejen las cosas como están. Olvídense que esto pasó".
Tras escucharla, Sarah volteó a mirarme, preocupada y me di cuenta de que ella quería ayudar, pero Freya ya había dejado bien claro que no quería hacer nada al respecto. No había nada que ella pudiera hacer ni yo tampoco.
"Si eso es lo que quieres, entonces eso haremos", Sarah dijo con un suspiro. "Pero si alguna vez sientes que el señor Agnes merece ser castigado por lo que te hizo, estaremos a tu lado sin importar lo que pase. ¿Entiendes?"
Freya asintió sin decir una sola palabra más.
"Te dejaremos en casa", anuncié, pero, una vez más, Freya negó con la cabeza.
"Tengo que recoger a mi hermano de la escuela", dijo. Levantándose de un salto para agarrar su bolso.
"Gracias", agregó, mirándome con sus grandes ojos y sosteniendo mi mirada por un breve segundo. "Gracias por todo lo que hiciste por mí hoy".
"Podemos..." Sarah empezó a decir, pero Freya volvió a negar con la cabeza sin siquiera escuchar su sugerencia.
"Ya tengo que irme", la interrumpió. "Gracias por la ropa. La lavaré antes de devolvértela".
"Puedes quedarte con ella", Sarah afirmó, levantándose. "Por favor. Es lo mínimo que puedo hacer por ti".
Freya no respondió. En cambio, se quedó mirando la ropa que tenía puesta mientras apretaba su bolso contra su pecho. Al final, asintió y murmuró un "gracias" antes de salir corriendo y desaparecer por el pasillo.
Apenas se alejó, volteé a ver a Sarah. Era obvio que ambos estábamos muy preocupados.
Minutos después, cuando salimos de la escuela, no vimos a Freya por ninguna parte, cosa que me molestó aún más.
"¿Crees que va a estar bien?" Sarah preguntó, preocupada, mirando alrededor del estacionamiento vacío.
"No lo sé", respondí. Estábamos caminando hacia mi auto.
De cualquier modo, tenía una cosa muy clara. Freya nunca más tendría que preocuparse por ese b*stardo. De eso yo mismo me aseguraría.