Capítulo 46
Antes de que pudiera seguir pensando, sus emociones volvieron a escaparse de control y, sintiéndose profundamente agraviada, rompió en llanto de nuevo. Su mente estaba confusa, dominada por sentimientos de desamparo y desorientación total.
Aunque intelectualmente ya había encontrado la respuesta a sus problemas, sus emociones estaban a flor de piel y se encontraba incapaz de gestionar la situación por sí misma. Anhelaba encontrar a alguien, alguien en quien pudiera confiar...
Pensó enseguida en Sergio, pero casi de inmediato descartó la idea.
Sin su celular, le era imposible localizar a Sergio.
La seguridad en la empresa de Sergio era rigurosa, algo que notó la última vez que lo visitó; sin una identificación laboral era imposible acceder, razón por la cual se había visto obligada a esperar en la entrada.
—
Sergio había hecho numerosas llamadas sin saber cuántas, hasta que al final cerró la aplicación del celular con el rostro sombrío.
—Qué maravilla, me dejó plantado.
Jamás en su vida le había pasado algo así: alguien que lo dejara esperando tanto tiempo, que no contestara las llamadas ni respondiera los mensajes. ¿De verdad creía que él era un idiota?
—Debo estar muy desocupado para estar jugando este tipo de jueguitos infantiles contigo.
Con un gesto despreocupado, agregó el contacto de Elena a la lista de bloqueados.
¿Acaso se creía tan importante?
Pues que no la llamaré más.
Acto seguido, Sergio se levantó y abandonó el restaurante.
—
Elena lloró desconsolada durante un buen rato hasta que su estado emocional por fin se estabilizó un poco y entonces se levantó, cojeando hacia afuera. Estuvo parada en la calle un largo tiempo antes de lograr detener un taxi.
Cuando subió, el conductor le preguntó con firmeza: —¿Vas al hospital?
—No, a la oficina de ventas de el conjunto residencial El Oasis.
El conductor la miró a través del espejo retrovisor y comentó: —Jovencita, ¿vas a comprar una casa en ese estado?
—No tengo dinero.
El conductor la observó aún con más atención.
Elena le explicó: —Pero mi amigo tiene dinero, le pagaré la carrera.
Solo entonces el conductor accedió a llevarla a su destino.
Residencial El Oasis.
Elena bajó del taxi cojeando y entró en la oficina de ventas, donde enseguida fue recibida por los vendedores. Sin embargo, al ver su estado desaliñado, todos se detuvieron a observarla con preocupación.
No era común ver a alguien en tal desorden decidido a comprar una casa.
—¡Eli!
Antes de que Elena pudiera decir algo, Laura la había visto a lo lejos: — Apresurada llegó. ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo acabaste así? ¿Quién te hizo esto? ¡Voy a vengarme por ti!
Laura ya estaba arremangándose para la acción.
A pesar de llevar el uniforme de falda y saco de la inmobiliaria y tacones altos, emanaba una presencia imponente.
Elena detuvo con sutileza a Laura; sabía muy bien que no eran rivales para Xavier y no quería arrastrar a Laura a su problema.
—Está bien, no fue nada.
—¿Cómo vas a estar así de mal solo por una simple caída? ¡Me estás mintiendo!
—Te estoy siendo sincera, fue una caída bien boba y sin importancia.
Elena bajó la cabeza, como una niña que ha hecho algo malo.
Laura, incapaz de seguir interrogándola, le dijo: —Está bien, ven conmigo a la sala de descanso y te curaré enseguida las heridas.
—Laura...
La voz de Elena sonaba llorosa. Mientras Laura la ayudaba, ella se abrazó a Laura y lloró desconsolada: —No tengo dinero para pagar el taxi, el conductor aún está afuera esperando que le pague.
—Yo me encargo de eso, no te afanes espera aquí un momento.
Laura salió a pagarle al conductor y regresó para llevar a Elena a la sala de descanso, comportándose casi como si fuera su madre.
Finalmente, en la sala de descanso, Elena se secó como pudo las lágrimas y dijo con voz trémula: —Laura, necesito pedir prestado tu celular, Sergio me llamó y no contesté.
—Está bien, es solo una llamada, no te preocupes por eso, devuélvele la llamada y ya.
—Parece que llamó unas diez veces.
—Entonces... Esto está mal...