Capítulo 71
Elena sonrió con resignación.
—No encontré dinero.
—¿Entonces... Fue que el club nocturno te dio un bono?
Laura lanzó su bolso al sofá, colgó su chaqueta en el perchero y se sentó a la mesa, tomando los cubiertos para empezar a comer: —Después de un día tan largo, me muero de hambre.
Tras un par de bocados, Laura, aún curiosa, siguió preguntando.
—Pero no tiene sentido. ¿Desde cuándo el club nocturno da bonos? Además, tú solo trabajas medio tiempo.
—Claro que no dieron ningún bono.
Elena bajó la cabeza mientras intentaba abrir una botella de vino tinto, pero le costaba hacerlo.
Recordaba que Laura había mencionado que la buena comida debía ir acompañada de vino, así que esta vez se había esmerado en comprar una botella.
No sabía cuál elegir, así que compró una que costaba más de treinta dólares, algo ya bastante caro para ella.
Laura, de manera natural, tomó la botella y el sacacorchos de las manos de Elena.
—Déjamelo a mí.
¡Pop!
El corcho salió enseguida.
Sobre la mesa había dos copas; Laura tomó la que estaba frente a Elena para servirle, pero Elena negó con la cabeza apresuradamente: —Yo no bebo, compré una Coca-Cola.
—¿Hoy, con toda esta comida rica, no vas a brindar ni un poco?
Elena sacó la lengua, en un gesto travieso: —No aguanto el alcohol.
—Está bien, no te presionaré. ¡Entonces toda la botella será para mí!
—De hecho, la compré pensando en ti.
—Entonces, ¿por qué hoy tanta comida buena de repente?
Elena mostró una expresión más seria, abrió la boca, pero parecía dudar en cómo explicarlo.
Finalmente, Laura, al ver su incomodidad, la animó: —No pasa nada, dímelo. No te voy a regañar.
—Laura, quiero mudarme.
—¿Mudarte? —Laura detuvo los cubiertos, mirándola incrédula—. ¿Por qué? ¿No nos llevamos bien? ¿Hice algo mal? Si es así, dímelo.
—No, Laura, tú no tienes ningún problema. Vivir contigo ha sido maravilloso, me has cuidado muy bien, incluso me siento un poco avergonzada. Solo que... Tengo razones personales y no me queda más remedio que mudarme.
—¿Razones personales? Si tienes alguna dificultad, podemos buscar una solución juntas.
La mirada intensa de Laura hizo que Elena se sintiera aún más culpable, al punto de no atreverse a levantar la vista.
—No es ninguna dificultad, de verdad son asuntos personales, pero no puedo contarlos.
Elena bajó la cabeza, como una niña que sabía que había hecho algo mal.
Aunque Laura claramente no quería separarse, al final terminó cediendo.
—Está bien, si es tu decisión, por supuesto que la respetaré.
—Gracias.
—Come más, entonces. Considera esto como nuestra cena de despedida.
Laura le sirvió un gran muslo de pollo.
Elena se apresuró a decir: —¡No digas cena de despedida! ¡Igual vendré a visitarte a menudo!
—Perfecto, cuando vengas te prepararé algo delicioso.
—
Al día siguiente.