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Capítulo 2

Al día siguiente, María fue a la empresa. Empujó la puerta de la oficina del gerente y le entregó directamente su carta de renuncia. El gerente la miró sorprendido: —¿Por qué quieres renunciar? ¿No te gustaba este trabajo? Pediste licencia por la enfermedad de tu padre y debía estar ya recuperándose, ¿no? María negó con la cabeza: —Mi padre falleció. Además, planeo divorciarme e irme de esta ciudad. El gerente guardó silencio unos segundos y al final suspiró: —Está bien, respeto tu decisión. Sus compañeros siempre habían apreciado a María. Al enterarse de que se iba, todos se acercaron a despedirse. —¡María, mantengamos el contacto! —Tu esposo te consiente tanto, quedarte en casa como señora adinerada tampoco está mal. María no explicó nada, solo sonrió y comenzó a recoger sus cosas en silencio. Todos la acompañaron hasta la salida de la empresa, cuando de pronto alguien exclamó: —¡María, tu esposo vino a recogerte! María se tensó de inmediato. A través de la puerta de cristal vio aquel Maybach estacionado en la entrada. Respiró hondo, se despidió de sus compañeros y salió con la caja en brazos para abrir la puerta del carro. En ese instante, Jairo sostenía el mentón de Lorena, y con la yema de los dedos le borraba un rastro de labial corrido en los labios. Lorena alzaba el rostro, las pestañas temblorosas y las mejillas sonrojadas, como una gatita mimada. Cuando la puerta se abrió, ambos giraron la cabeza al mismo tiempo, quedando congelados. Lorena se enderezó y murmuró débil: —María, no lo malinterpretes, mi labial se corrió y el señor Jairo solo me ayudaba... —No lo malinterpreto. —La interrumpió María, con una calma sin una sola onda en su voz. No quería escuchar explicaciones ni presenciar aquella farsa torpe. Recién entonces Jairo la miró de frente, fijándose en la caja que llevaba en brazos. Frunció el ceño: —¿Renunciaste? —Estoy cansada. Ya veré qué hago más adelante. —Respondió con evasiva. Jairo la observó un par de segundos, como si quisiera decir algo, pero al final solo murmuró con frialdad: —Sube al carro. María curvó los labios en una sonrisa ligera: —¿Y a qué se debe que vengas a buscarme hoy? Jairo arrancó el auto y dijo con naturalidad: —Abrieron un restaurante con platillos para reponerse. Quiero llevar a Lorena y también a ti. Si están bien, después podemos llevarle comida a Arturo. Los dedos de María se crisparon, y sintió el corazón desgarrarse. Arturo ya estaba muerto. Y Jairo ni siquiera se había presentado a despedirse de él. Pero no dijo nada, solo subió al carro en silencio. En el salón privado del restaurante, Jairo pidió varios platillos nutritivos. Sirvió un tazón de sopa y se lo acercó a Lorena: —Este caldo de pollo ayuda a recuperarse después de la cirugía, pruébalo. Lorena lo recibió emocionada y bebió un sorbo. Sus ojos brillaron: —¡Está delicioso! Jairo sonrió, tomó un trozo de pescado a la veracruzana, le quitó las espinas y lo puso en su plato: —Es rico en proteínas, come más. Las mejillas de Lorena se sonrojaron: —Eres muy bueno conmigo. Jairo volvió a sonreír y le sirvió un trozo de pastel de betabel: —Esto ayuda a reponer la sangre. Durante toda la comida, María guardó silencio, como una simple espectadora. Observaba cómo Jairo limpiaba con paciencia los labios de Lorena, le preguntaba en voz baja qué quería probar y la miraba con la ternura que antes fue suya. De pronto, Lorena la miró tímidamente: —Jairo es tan bueno conmigo, ¿no estarás celosa, verdad? No lo malinterpretes, todo esto es por tu papá. —Sí, lo sé. —Respondió María, bajando la vista y removiendo la comida sin probarla. La cena se volvió interminable, una tortura silenciosa. Al final, Jairo recibió una llamada de trabajo. Miró la hora y frunció el ceño: —Bajen primero, en seguida voy. María y Lorena entraron juntas al ascensor. Apenas las puertas se cerraron, Lorena sonrió con dulzura y su voz se volvió melosa: —Eres tan generosa, Jairo me trata tan bien y tú ni siquiera te pones celosa. María no respondió. Lorena insistió, inclinándose hacia su oído y susurrando con malicia: —En realidad ya lo sabes, ¿verdad? Jairo hace mucho que se enamoró de mí.

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