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Capítulo 6

Después de salir del hospital, Sandra, al pensar que quizás no regresaría después de irse al extranjero, decidió organizar una pequeña reunión con algunas amigas cercanas. Un grupo de chicas salió de compras, almorzaron juntas y, después de pasar la tarde conversando en una cafetería, se despidieron al caer la noche. Después de pagar la cuenta, Sandra pensó en regresar para recoger su bolso. Al pasar por el salón contiguo, por casualidad escuchó su nombre. —¿Y qué si Sandra es una chica noble? Ha estado persiguiendo como loca a Ricardo, le ha estado rogando durante tantos años, y al final no se convirtió en una rival que Valeria no pudiera derrotar. —Sí, aquella vez, cuando vio a Ricardo pedirle matrimonio a Valeria, seguro estaba tan celosa que casi se mordía la lengua, ¿y aun así tuvo que sonreír forzosamente mientras grababa el video? Qué ridículo y triste. ¿No creen? Valeria estaba sentada justo en el centro, con una expresión arrogante, y levantó las cejas con cierta arrogancia. —Ya basta de compararme con Sandra, ¿acaso ella merece ser comparada conmigo? A través de la puerta entreabierta, Sandra escuchaba atenta en absoluto silencio y, de repente, sacó su celular. Las personas en la habitación no sabían que ella estaba justo afuera, y las amigas de Valeria seguían burlándose sin parar. —La familia Pérez tiene algo de dinero, pero comparados con el Grupo Estelar, están demasiado lejos. Ella ni siquiera se mira al espejo antes de pensar en perseguir a Ricardo. Por suerte, Ricardo solo tiene ojos para ti Valeria, ni siquiera la voltea a ver por un instante a ella. —Pero Valeria, escuché que la última vez que tuviste un accidente de tráfico, Sandra te dio sangre, ¿no la odiabas tanto? ¿Cómo fue que aceptó hacerlo? Valeria tomó un sorbo de café, con una expresión perezosa, y habló con desprecio. —Fue Ricardo quien la contactó, seguro le ofreció algún trato atractivo, aunque yo no sé todos los detalles. De todas maneras, él ya me prometió que si alguna vez me vuelvo a herir, será ella quien me dé sangre. Si ella sigue sin saber lo que le conviene y sigue intentando seducirlo, de vez en cuando me haré un pequeño daño, le sacaré toda su sangre, y cuando se convierta en un puñado de cenizas, seguro que se quedará tranquila de una vez por todas. —Qué lista eres, con solo un puchero, Ricardo siempre te obedece. Tener a Sandra como fuente exclusiva de sangre está muy bien, si quieres castigarla, es muy fácil. Sandra recién se dio cuenta de que, en su vida pasada, las heridas de Valeria habían sido todas intencionales, ¡todo con el fin de matarla! Enseguida un escalofrío estremecedor recorrió su cuerpo y no pudo evitar temblar. Se mordió con fuerza el labio, mientras las uñas de sus dedos se clavaban en la carne de sus manos, haciendo que la sangre brotara. Logró contener el grito agudo que subía hasta su garganta. En ese preciso momento, sonó el timbre de un celular desde el interior de la habitación y, unos segundos después, se escucharon pasos que se acercaban. Sandra se escondió sigilosa detrás de una columna y vio cómo Valeria salía con una expresión seria. Algunas amigas de Valeria aún permanecían reunidas en el salón, conversando quizás sobre algún exnovio, alguien a quien conocían desde la infancia. Algo en su intuición le indicó a Sandra que algo iba a suceder, por lo que, sin pensarlo dos veces, la siguió. En la escalera, vio asombrada cómo Valeria era arrastrada por un hombre desconocido, parecía que estaban discutiendo. —¡Antonio, te lo dije, no vuelvas a contactarme! ¡Me voy a casar pronto! —¿Casarte? ¿Con quién, con Ricardo? ¿Valeria, me dejaste, solo para casarte con él? Nos conocemos desde niños, siempre te traté tan bien, ¿y ahora me vas a dejar por otro? ¿Eres tan cruel y despiadada? —¿Cruel? ¡¿Qué tiene de malo que una persona quiera aspirar a una vida mejor?! ¿Acaso tú puedes compararte con Ricardo? Él es el heredero de la familia Medina y tú, solo eres un pobre, no eres nada. ¿Quieres que tengamos hijos pobres? Si de verdad me amas, deberías dejarme libre y darme la oportunidad de tener la vida que quiero vivir. La actitud despiadada de Valeria encendió la furia del hombre y su cara se ensombreció al instante. —¿Darte la libertad? ¿Y quién me da a mí la libertad? ¿Ricardo sabe muy bien que estás con él solo por interés? ¿Sabe que, después de todos estos años juntos, tú sigues enredándote conmigo, estando en una relación que no termina? ¿Sabe que anoche todavía estábamos teniendo sexo? Al escuchar esas palabras, Sandra quedó paralizada en el lugar. Sus manos temblaron y, mientras seguía grabando, el teléfono se le cayó al suelo con un golpe fuerte.

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