Capítulo 11
Cuando Susana vio que Rubén realmente se disponía a irse, su expresión cambió por completo.
Lo sujetó del brazo y comenzó a quejarse con una mezcla de llanto y coquetería. —No te permito irte. Prometiste que hoy ibas a acompañarme.
Rubén hizo mala cara. —Compórtate, voy a ver cómo está ella. Te acompañaré otro día.
—¡No! —Susana insistió, cada vez más irritada—. Si te vas ahora, no volveré a hablarte.
Rubén soltó un suspiro cansado. —¿Qué más quieres comprar?
—Tengo hambre —refunfuñó ella con un puchero—. Quiero comer algo.
Rubén no tenía ni apetito ni ánimo, pero aun así buscó un restaurante cualquiera.
Mientras Susana pedía los platos, él no apartó la mirada de su celular ni un segundo.
Cuando ella terminó de ordenar, Rubén seguía revisando la pantalla, los ojos reflejando una creciente inquietud.
Susana lo observó en silencio, apretando los dientes, con una sombra de celos en la mirada.
Había subestimado la situación. Cinco años parecían haber sido suficientes para que Rubén comenza

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