Webfic
Abra la aplicación Webfix para leer más contenido increíbles

Capítulo 8

Ángela perdió el control y gritó con furia: —¡Rubén, ¿estás loco?! ¡Estoy embarazada y sufro de una anemia muy grave! Al oír eso, la enfermera se sobresaltó. —Señor Rubén, una paciente anémica no puede donar sangre, ¡y mucho menos si está embarazada! Él hizo mala cara. —¿Y si insiste en donar, qué pasaría? —Podría poner en riesgo su vida. Rubén vaciló unos segundos, pero de pronto Susana, que yacía en la camilla, abrió los ojos. —Rubén. ¿Cómo puedes permitir que Ángela me done sangre? Está embarazada. ¿Y si le pasa algo al bebé? La mirada de Ángela se volvió fría; temblaba por la rabia. —¡Susana, tú no tienes nada! ¿Me estás usando para divertirte? Por supuesto, debía haberlo adivinado. Juan también tenía sangre Rh negativo. Si Susana realmente estuviera al borde de la muerte, jamás le habrían pedido a ella que donara. Ángela intentó levantarse para irse, pero Rubén la sujetó otra vez. —Ángela, Susana es tu hermana. No puedes quedarte mirando cómo muere. Dicho esto, se volvió hacia la enfermera y ordenó con tono amenazante: —¡Sáquenle sangre ahora mismo! Si algo le pasa a la paciente, ¡usted pagará con su vida! Rubén era el temido heredero de Río Alegre, y nadie se atrevía a desafiarlo. La enfermera, aterrada, tomó la jeringa y la hundió en el brazo de Ángela. Ella se retorció de dolor, luchando por soltarse, mientras gritaba entre dientes: —¡Rubén, maldito seas! Los ojos de Rubén se oscurecieron; su agarre se aflojó por un instante sin que él mismo lo notara. Entonces escuchó el sollozo de Susana. —Rubén, suéltala... Déjala ir... Prefiero morir antes que causarle daño... En ese momento, Rubén recordó que, según creía, Susana le había salvado la vida años atrás. Esa idea lo golpeó con fuerza, y con voz fría susurró al oído de Ángela: —Si no quieres que le pase nada a tu abuela, será mejor que no te muevas. Ángela lo miró con incredulidad. Lentamente, dejó de resistirse. En su interior, sin embargo, su odio ardía con una promesa: "Rubén, te juro que haré que tu vida sea peor que la muerte". Diez minutos después, la enfermera terminó la extracción. Apenas retiró la aguja, Ángela perdió el conocimiento. Cuando volvió en sí, estaba acostada en una cama de hospital. La enfermera le explicó que había estado inconsciente un día y una noche. Ángela se sentía débil, sin fuerzas siquiera para hablar. La enfermera, al verla, fue a comprarle algo de comer. —Gracias —susurró Ángela con voz apagada. —De nada —murmuró la mujer, aunque no pudo evitar quejarse en voz baja—. No entiendo al señor Rubén... Deja sola a su esposa embarazada en este estado y se va a cuidar a otra mujer... Ángela se comportó como si no hubiera escuchado. Bajó la cabeza y comió a grandes bocados. Por supuesto, sabía que en ese momento Rubén estaba junto a Susana. Sin embargo, ya no sentía nada. Al fin y al cabo, él no se preocupaba por su vida. Después de comer, Ángela recuperó un poco de fuerzas. Realizó los trámites para el alta y tomó un taxi de regreso a la casa. Sacó todas sus pertenencias personales y las envió a su apartamento, el que estaba registrado a su nombre. Luego llevó al patio todos los objetos de pareja que habían comprado durante los últimos cinco años, incluidas las fotos de la boda, y los quemó. Entre el humo que se elevaba, Rubén regresó. —Angi, ¿qué estás quemando? Sin levantar la cabeza, Ángela respondió: —Basura. Rubén arrugó la frente. —Podrías simplemente tirarla, ¿por qué quemarla? Solo quemándola podría desaparecer por completo. Sin embargo, Ángela no le respondió. Rubén creyó que no lo había escuchado e intentó seguir hablando, hasta que recordó algo. —Susana está mucho mejor. Me pidió que te diera las gracias... Ah, y ¿cómo te sientes? ¿Por qué te dieron de alta tan pronto? Ángela ya no tenía paciencia; se levantó y comenzó a irse. Rubén la siguió, tomándola del brazo. —Sé que estás enojada, pero la situación era urgente. No tuve otra opción más que pedirte que le donaras sangre a Susana. Luego sacó de su bolsillo una cadena de diamantes. —Toma, es para compensarte. ¿Te gusta? Siempre lo mismo: primero herir, luego sobornar. Así era Rubén, y sus trucos ya no tenían efecto alguno. Ángela tomó la cadena y la arrojó al suelo sin mirar. Él apretó la mandíbula. —Esa cadena la compré en una subasta por veinte millones de dólares. ¿Ni siquiera la vas a mirar antes de tirarla? —No sabía que mi sangre valía tanto —replicó Ángela con sarcasmo—. Pero, por más que valga, en tu corazón nunca valdrá más que la vida de Susana. Sin esperar su respuesta, subió las escaleras rápidamente. Rubén iba a seguirla, pero su celular sonó. Era Susana. —Rubén, ¿cuándo vendrás al hospital? Te extraño. —Voy enseguida. Apenas se fue Rubén, el celular de Ángela sonó. Era José. —Ya llegué. ¿Estás lista? Ángela se acercó a la ventana y lo vio apoyado junto a su Bugatti Veyron, fumando con elegancia. La luz del sol se filtraba entre las hojas y caía sobre él como un halo dorado. —Sí —respondió ella con voz firme—. Ya bajo, espérame. Colgó y, sin mirar atrás, se marchó con paso decidido, dejando todo lo demás en el pasado.

© Webfic, todos los derechos reservados

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.