Capítulo 67
—Señor Salvador, usted está ocupado, así que me retiro primero.
Salvador asintió con la cabeza, sin mirarla.
Josefina se levantó y se dirigió hacia la salida. Al llegar a la puerta, se detuvo y se giró para mirar al hombre concentrado, sentado en su silla de oficina.
La luz matutina se colaba silenciosamente por la ventana de cristal abierta, cayendo justo sobre sus alargadas manos. Los gemelos de zafiro reflejaban un brillo deslumbrante bajo la luz.
Josefina movió levemente los labios y habló en voz baja.
—Señor Salvador...
Salvador alzó la vista para observarla. Su mirada era cálida, con una emoción que Josefina no supo interpretar.
Al recordar lo que iba a preguntar, a Josefina se le escapó una sonrisa.
—Entonces, ¿esa partida de anoche, de verdad la jugó el sistema después de que se quedó dormido?
Aquella mirada cálida se oscureció de inmediato. Josefina ya había entendido la respuesta. Sonrió y se dio la vuelta para marcharse.
"¿Quién dijo que solo él puede reírse de mi mal gusto,

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