Capítulo 76
Florencia se quedó sin palabras ante la respuesta de Catalina.
La Catalina de ahora, quién sabe qué le había pasado, pero estaba más afilada que nunca; cada palabra suya era una estocada directa que dejaba a Florencia sin defensa.
Alejandro miró a Catalina. Sus ojos negros, profundos y serenos, se oscurecieron aún más.
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó con la mirada fija en ella, sin mostrar rastro alguno de emoción.
—Yo no la empujé. Ella se cayó sola —respondió Catalina con calma.
—¿Y por qué se cayó por las escaleras?
—Quería hablar conmigo, pero yo no tenía intención de conversar con ella —explicó Catalina con tono indiferente—. Se apresuró para detenerme, y al hacerlo, pisó mal y perdió el equilibrio.
Alejandro no dijo nada. Sus ojos, oscuros como la tinta, no se apartaban ni un segundo de ella. Su expresión permanecía imperturbable, pero la temperatura en el ambiente descendió visiblemente.
Quedaba claro que seguía dudando de su versión.
Después de todo, nadie se cae las escaleras

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