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Capítulo 16 La burla de Dolores

Susana estaba desconcertada. La comisura de sus labios tembló apenas. —No pensé que fueras tan... Elocuente, Julián. Él sostuvo su mirada con firmeza. —Siempre lo he creído. Había en sus ojos un ardor que la obligó, sin querer, a desviar la vista. El aire acondicionado soplaba con demasiada frialdad. Susana se frotó los brazos, y de inmediato la chaqueta del traje de él se posó sobre sus hombros. El calor, impregnado de aquel aroma amaderado y singular, la envolvió de golpe. Susana lo miró, sorprendida. —Cuidado con resfriarte —le advirtió él. La mirada de Susana titiló levemente. Siempre había pensado que Julián era un hombre frío y distante, pero en el transcurso de esa cena la había cuidado en detalles que no esperaba. Mientras tanto, en la otra mesa, el ambiente se tensaba. A mitad de la comida, Dolores recibió una llamada de Paula. —¡Dolores, la empresa canceló tu contrato de embajadora! —¿Qué? ¿Cómo puede ser? ¿No dieron ninguna razón? —preguntó Dolores, apretando con fuerza el celular. Ese contrato había sido, hasta el momento, el más lucrativo de su carrera. —Ninguna. Pero estoy segura de que fue obra de esa vulgar de Susana. —Paula rechinaba los dientes. —¡Lo hizo solo para fastidiarme! —¿Susana? —Dolores quedó atónita. —¡Sí! Ella es la gerente general, tiene un rango superior al mío —contestó Paula, con rabia e impotencia. Al colgar, Dolores, con gesto dolido, le contó a Fabián lo sucedido. Él también estalló en cólera. —¡Esa mujer despreciable usó su cargo para cancelar tu contrato! ¡Ya está pasando todos los límites! —Rugió, poniéndose de pie de golpe. —¿Qué piensas hacer, Fabián? —preguntó Dolores con fingida preocupación. —Seguro están por terminar. Si tomamos una foto y se la mandamos a la esposa del hombre que la mantiene, Susana estará acabada —dijo él con voz helada. Dolores, aunque lo deseaba, dudó en apariencia. —No sé si eso sea correcto... ¿No se arruinaría por completo el futuro de Susana? —¡Se lo merece! Dolores, no seas tan buena. Con gente como ella, si eres demasiado noble, te pisotean —respondió él, mirándola con ternura. Dolores bajó la voz, aparentando delicadeza. —Pero te tengo a ti. No importa lo que pase, siempre me protegerás. —Claro que sí. Y como deben de estar por salir, vayamos a vigilarlos —añadió Fabián, con una sonrisa fría. Ambos se situaron en la escalera. Desde allí se veía perfectamente quién salía de los salones privados. Al poco rato, Susana apareció. Los dos la observaron fijamente. Un instante después, una silueta alta y elegante emergió tras ella. El porte distinguido del hombre y aquella cara imponente dejó a Fabián y a Dolores petrificados. Una cara así, tan atractiva, solo podía compararse a la de una estrella. —¿Fabián, ese es el hombre que mantiene a Susana? —preguntó Dolores, atónita y con un dejo de envidia en el corazón. —Sí, lo vi una vez. Aunque no estoy completamente seguro. —Creo que estamos equivocados —replicó Dolores, con recelo. —Un hombre tan apuesto, ¿cómo podría ser el patrocinador de Susana? De pronto, Fabián pareció entender. —¡Ya lo tengo! Puede que sea al revés. Seguro hay alguien que mantiene a Susana, y con ese dinero ella ahora sostiene a otros hombres. ¡Qué asco! Sacó el celular. —Voy a fotografiarlo. Tarde o temprano descubriré quién es el verdadero que la mantiene. Pero apenas lo levantó, Julián dirigió la mirada hacia ellos. Un escalofrío recorrió la espalda de Fabián, que se escondió de inmediato. Julián, con una sonrisa ladeada, comentó: —Al parecer, sobran los mirones por aquí. Susana echó un vistazo, con calma. —Así es. —Demasiados curiosos resultan molestos. ¿Quieres que me encargue de ellos? —preguntó Julián, arqueando una ceja. Sus ojos, oscuros como un abismo, se fijaron en los de ella, tentadores como un remolino imposible de resistir. Susana lo sostuvo con la mirada, empezando a dudar de lo que Beatriz le había dicho. —Gracias por tu intención, pero estas cosas prefiero resolverlas yo misma —contestó con cortesía, aunque distante. Julián bajó la vista hacia ella, con una leve curva en los labios. —Al menos, por ahora somos vecinos. Si necesitas algo, puedes venir a buscarme. —Está bien. —Asintió Susana. —¿Regresamos a casa? —preguntó él. Ella experimentó una sensación extraña. Aunque simplemente volvían al mismo complejo, se sentía como si regresaran juntos al hogar. Tras pensarlo un instante, respondió: —De acuerdo. Ya en casa, Susana se dio un baño mientras revisaba con atención las noticias en línea. Dolores, tras perder el contrato, publicó un tuit sarcástico: [Parece que no estuve a la altura de la Corporación Río Claro. Trabajaré duro y espero poder colaborar en otra ocasión].

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