Capítulo 17 Bañándose en casa de Julián
Debajo de la publicación aparecieron capturas de pantalla con los mensajes que confirmaban que Dolores había sido removida de su puesto como embajadora.
Los seguidores, al ver aquello, reaccionaron con indignación.
[¿No es extraño? Los productos de la Corporación Río Claro tampoco son tan maravillosos, ¿y aun así desprecian a Dolores?]
[¿No fue la Corporación Río Claro la que buscó a Dolores?]
[¡Últimas noticias! El departamento de cosméticos de la Corporación Río Claro tiene una nueva gerente joven. Seguro fue ella quien reemplazó a Dolores, probablemente por celos].
[¡Qué descaro! ¿Quién será esa mujer? ¡La voy a insultar sin parar!]
...
Guiados por cuentas contratadas para manipular la opinión pública, casi todos los comentarios se volcaron contra Susana.
Ella, con el semblante tranquilo, deslizó la pantalla del celular.
[Qué risa. Veamos a quién invita ahora la Corporación Río Claro. Con una marca así, nadie se va a atrever a colaborar].
[Que todos lo tengan claro: mientras a la gerente no le guste, te pueden reemplazar en cualquier momento. Ni una pizca de respeto por los contratos].
Susana apagó el teléfono y se dispuso a ducharse, pero descubrió que no había agua.
Arrugó la frente y llamó a la administración del edificio. Entonces se enteró de que habían enviado un aviso: desde su piso hacia arriba, cortarían el suministro por dos horas. En ese momento estaba cubierta de espuma, pegajosa y molesta.
Revisó sus contactos y de pronto pensó en Julián.
Él vivía un piso más abajo; seguramente allí sí había agua.
¿Debería pedirle usar su ducha?
Susana vaciló.
Pero al final su obsesión con la limpieza venció y marcó su número. —Este... Se cortó el agua en mi departamento...
Julián soltó una leve risa al otro lado de la línea. —Está bien, ven.
Aliviada, se vistió y bajó.
Apenas tocó la puerta, esta se abrió. Julián vestía un conjunto de casa azul marino. Su porte, normalmente frío y altivo, tenía ahora un aire más cercano y relajado.
Parecía recién duchado; su cabello húmedo caía sobre la frente, dándole un aspecto más juvenil y atractivo.
—Gracias —dijo Susana, un tanto incómoda.
—Pasa —respondió él, con una sonrisa tenue que suavizaba sus facciones marcadas, y la condujo al interior.
El departamento, amplio y elegante, tenía un estilo de lujo discreto que encajaba perfectamente con su carácter.
—Todo está allí dentro. —La guió hasta la puerta del baño. Susana vio que había de todo: jabón, gel, champú. —De verdad, gracias. Después yo...
—¿Vas a invitarme otra vez a cenar? —La interrumpió él, divertido.
Ella se quedó sin palabras.
Julián le dio una suave palmada en la cabeza. —Anda, no tienes que apresurarte a devolverme el favor.
Susana cerró la puerta del baño.
El sonido del agua comenzó a llenar el ambiente. Julián se sentó en el sofá, abrió su portátil y movió el ratón. El documento en pantalla llevaba varios minutos abierto; en vez de avanzar como solía, sus ojos permanecían clavados en una sola línea.
Ladeó la mirada hacia el baño.
La silueta difusa de Susana se dibujaba tras el vidrio esmerilado.
Sus pupilas se contrajeron; un calor súbito lo recorrió. Se obligó a apartar la vista y concentrarse en el trabajo.
Dentro del baño, el aire se impregnó de un fresco aroma herbal, seguramente del gel que Julián había usado antes. El olor resultaba inesperadamente agradable.
Al terminar, Susana se secó el cabello y salió. Lo primero que vio fue a Julián, de pie frente al ventanal, contemplando las luces de la ciudad.
—Ya terminé. Gracias —dijo ella.
—Bien. ¿Quieres sentarte un rato? —preguntó él, girándose hacia ella.
Estaba a punto de negarse cuando notó el piano en un rincón. Sus ojos se iluminaron. —¿Ese piano no era una edición limitada? ¿Cuánto pagaste?
—No mucho, unos dos millones de dólares —respondió con naturalidad. —¿Quieres probarlo?
—Sí. ¿Puedo?
—Adelante.
Susana no lo dudó más y se acercó al piano. Julián también se puso de pie. Justo en ese instante, sonó su teléfono.
Al ver quién llamaba, la mano de Susana tembló y su paso vaciló.
Estuvo a punto de caer, pero antes de poder apoyarse, un brazo fuerte la sujetó por la cintura y la atrajo con firmeza contra un pecho sólido.